Pensando Cuatridimensionalmente

Muchas personas, entre las que me incluyo, han observado eventos antes de que ocurrieran, es decir, antes de que ocurrieran en este mundo de tres dimensiones. Ya que es posible observar un evento antes de que ocurra en el espacio de tres dimensiones, la vida en la tierra debe proceder según un plan, y este plan debe existir en algún lugar en otra dimensión y debe estar moviéndose lentamente a través de nuestro espacio.

Si los eventos ocurridos no estaban en este mundo cuando fueron observados, entonces, para ser perfectamente lógicos, deben haber existido fuera de este mundo. Y lo que sea que esté allí para ser visto antes de que ocurra aquí, debe estar “predeterminado” desde el punto de vista del ser despierto en un mundo tridimensional.

Entonces, surge la pregunta: ¿somos capaces de alterar nuestro futuro? Mi objetivo en escribir estas páginas es indicar las posibilidades inherentes al ser humano, para demostrar que él sí puede alterar su futuro; pero, una vez alterado, forma nuevamente una secuencia determinada comenzando desde el punto de interferencia —un futuro que será consistente con la alteración. 

La característica más notable del futuro del ser humano es su flexibilidad; está determinado por sus actitudes, más que por sus actos.  La piedra angular en la que se basan todas las cosas es el concepto que el individuo tiene de sí mismo.  Él actúa de la manera en que lo hace y tiene las experiencias que tiene, por el concepto que tiene de sí mismo, y por ninguna otra razón. Si tuviera un concepto diferente de sí mismo, actuaría de manera diferente. Un cambio en el concepto de sí mismo, automáticamente altera su futuro: y un cambio en cualquier término de sus futuras series de experiencias, recíprocamente altera su concepto de sí mismo. Las asunciones del individuo, que él considera insignificantes, producen efectos que son considerables; por lo tanto, debería revisar la valorización que le da a una asunción y reconocer su poder creativo.

Todos los cambios tienen lugar en la conciencia. El futuro, aunque esté preparado de antemano en todos sus detalles, tiene varios resultados. En cada momento de nuestras vidas tenemos ante nosotros la elección de cuál de los varios futuros elegiremos. 

Hay dos visiones del mundo que posee todo el mundo: un enfoque natural y un enfoque espiritual. Los antiguos maestros llamaban a uno “la mente carnal”, y al otro “la mente de Cristo”. Podemos diferenciarlos como: la conciencia despierta común, gobernada por nuestros sentidos; y una imaginación controlada, gobernada por el deseo. Reconocemos estos dos distintos centros de pensamiento en esta declaración:

“Pero el hombre natural no acepta las cosas del Espíritu de Dios, porque para él son necedad; y no las puede entender, porque se disciernen espiritualmente” (Corintios 2:14).

La visión natural confina la realidad al momento llamado “ahora”. Para la visión natural, el pasado y el futuro son solamente imaginarios. La visión espiritual, en cambio, ve los contenidos del tiempo. Ve que los eventos son distintos y están separados como objetos en el espacio. El pasado y el futuro son un todo presente para el punto de vista espiritual. Lo que es mental y subjetivo para el ser natural es concreto y objetivo para el ser espiritual.  

El hábito de ver solo lo que nuestros sentidos permiten, nos deja completamente ciegos a lo que de otra manera podríamos ver. Para cultivar la facultad de ver lo invisible, debemos desapegar deliberadamente nuestra mente de la evidencia de los sentidos y enfocar nuestra atención en un estado invisible, mentalmente sintiéndolo y percibiéndolo hasta que tenga todas las características de la realidad.

El pensamiento serio y concentrado, enfocado en una dirección en particular, deja afuera otras sensaciones y las hace desaparecer. Solo debemos concentrarnos en el estado deseado para poder verlo. El hábito de sacar la atención de la región de la sensación y concentrarla en lo invisible, desarrolla nuestra perspectiva espiritual y nos permite penetrar más allá del mundo de los sentidos y ver aquello que es invisible. 

Porque desde la creación del mundo, sus atributos invisibles, su eterno poder y divinidad, se han visto con toda claridad (Romanos 1:20).

Esta visión es completamente independiente de las facultades naturales. ¡Ábrela y actívala! Porque sin ella, estas instrucciones son inútiles, ya que, “las cosas del espíritu se disciernen espiritualmente”.

Un poco de práctica nos convencerá de que, al controlar nuestra imaginación, podemos restructurar nuestro futuro en armonía con nuestro deseo. El deseo es el impulso primario de la acción. No podríamos mover ni un solo dedo si no tuviéramos el deseo de moverlo. No importa lo que hagamos, seguimos el deseo que en ese momento domina nuestra mente. Cuando rompemos un hábito, nuestro deseo de romperlo es más grande que nuestro deseo de continuar con ese hábito. 

Los deseos que nos impulsan a la acción son aquellos que sostienen nuestra atención. Un deseo no es más que ser conscientes de algo que nos falta o que necesitamos para hacer nuestra vida más agradable. Los deseos siempre tienen alguna ganancia personal en vista, cuanto más grande sea la ganancia anticipada, más intenso será el deseo. No hay ningún deseo absolutamente desinteresado. Donde no hay nada que ganar no hay deseo y, consecuentemente, no hay acción.

El ser espiritual le habla al ser natural a través del lenguaje del deseo. La clave para progresar en la vida y para el cumplimiento de los sueños está en la obediencia inmediata a su voz. Obedecer su voz sin vacilar es una asunción inmediata del deseo cumplido. Desear un estado es tenerlo. Como dijo Pascal, “No me habrías buscado si no me hubieras encontrado ya”. El individuo, al asumir el sentimiento de su deseo cumplido, y luego viviendo y actuando de acuerdo con esta convicción, altera el futuro en armonía con su asunción.

Las asunciones despiertan lo que afirman. Tan pronto como el individuo asume el sentimiento de su deseo cumplido, su ser cuatridimensional encuentra caminos para el logro de ese final, descubre métodos para su realización. No conozco ninguna definición más clara de los medios por los que realizamos nuestros deseos que experimentar en la imaginación lo que experimentaríamos en la carne si cumpliéramos nuestro objetivo. Esta experiencia del final, dará los medios.  Con su perspectiva más grande, el ser cuatridimensional construye los medios necesarios para realizar el final aceptado.

A la mente indisciplinada le parece muy difícil asumir un estado que es negado por los sentidos. Aquí hay una técnica que facilita encontrar los eventos antes de que ocurran, para “llamar a las cosas que no existen, como si existieran” (Romanos 4:17). La gente tiene la costumbre de menospreciar la importancia de las cosas simples, pero esta sencilla fórmula para cambiar el futuro fue descubierta después de años de búsqueda y experimentación. El primer paso para cambiar el futuro es el deseo, es decir, debes definir tu objetivo, debes saber definitivamente lo que quieres.  El segundo paso es construir un evento que crees que vas a encontrar tras el cumplimiento de tu deseo -un evento que implique el cumplimiento de tu deseo- algo en que tenga la acción del ser predominante. El tercer paso es inmovilizar el cuerpo físico e inducir una condición semejante al sueño, recuéstate en una cama o relájate en una silla e imagina que tienes sueño, luego, con los ojos cerrados y tu atención enfocada en la acción que pretendes experimentar -en la imaginación- siente mentalmente que estás justo en medio de la acción propuesta, imaginando todo el tiempo que realmente estás realizando la acción aquí y ahora. Siempre debes participar en la acción imaginaria, no simplemente quedarte mirando, sino que debes sentir que tú realmente estás haciendo la acción para que la sensación imaginaria sea real para ti.

Es importante recordar siempre que la acción propuesta debe ser una que siga el cumplimiento de tu deseo y, además, debes sentirte dentro de la acción hasta que tenga toda la viveza y la nitidez de la realidad.  Por ejemplo, supongamos que deseas una promoción en la oficina. Ser felicitado sería un evento que encontrarías después del cumplimiento de tu deseo. Habiendo seleccionado esta acción como la que experimentarás en la imaginación, inmoviliza el cuerpo físico e induce un estado próximo al sueño —un estado de somnolencia— pero en el que todavía puedes controlar la dirección de tus pensamientos, un estado en el que estás atento sin esfuerzo. Ahora, imagina que un amigo está delante de ti. Pon tu mano imaginaria en la suya. Primero siéntela como sólida y real, luego mantén una conversación imaginaria con él en armonía con la acción. No te visualices a distancia en un punto en el espacio, ni a distancia en un punto en el tiempo siendo felicitado por tu buena fortuna. En cambio, haz que ese lugar sea aquí, y que el futuro sea ahora. El evento futuro es una realidad ahora en un mundo dimensionalmente más grande y, aunque parezca increíble, ahora en un mundo dimensionalmente más grande es equivalente a aquí en el espacio tridimensional común de la vida diaria. La diferencia entre sentirte en la acción, aquí y ahora, y visualizarte en acción, como si estuvieras en una pantalla cinematográfica, es la diferencia entre el éxito y el fracaso. Se apreciará la diferencia si ahora te visualizas subiendo una escalera. Luego, con los ojos cerrados, imagina que hay una escalera justo frente a ti y siente que realmente la estás subiendo.   

El deseo, la inmovilidad física bordeando el sueño y la acción imaginaria en la que predomina el sentimiento del yo, aquí y ahora, no son solo factores importantes para alterar el futuro, sino que son condiciones esenciales para proyectar conscientemente nuestro ser espiritual. Si, cuando el cuerpo físico está inmovilizado, nos apoderamos de la idea de hacer algo e imaginamos que lo estamos haciendo aquí y ahora, y mantenemos esa acción imaginaria con sentimiento hasta que nos quedemos dormidos, es probable que despertemos fuera del cuerpo físico para encontrarnos en un mundo dimensionalmente más grande con un foco dimensionalmente más grande y realmente haciendo lo que deseábamos e imaginábamos que estábamos haciendo en la carne.  Pero ya sea que despertemos allí o no, en realidad estamos haciendo la acción en el mundo cuatridimensional, y lo volveremos a representar en el futuro, aquí en el mundo tridimensional.   

La experiencia me ha enseñado a restringir la acción imaginaria, a condensar la idea que será el objeto de nuestra meditación en un solo acto, y a recrearlo una y otra vez hasta que tenga la sensación de realidad. De lo contrario, la atención divagará en una vía asociativa y se presentarán a nuestra atención una multitud de imágenes asociadas. En unos pocos segundos nos llevarán a cientos de kilómetros de nuestro objetivo en un punto en el espacio, y a años de distancia en el tiempo. Si decidimos subir cierto tramo en una escalera en particular, porque ese sería el evento más probable que seguiría a la realización de nuestro deseo, entonces debemos limitar la acción a subir ese tramo concreto en la escalera. Si nuestra atención divaga, debemos traerla de nuevo a su tarea de subir ese tramo en la escalera y continuar haciéndolo hasta que la acción imaginaria tenga toda la solidez y nitidez de la realidad. La idea debe mantenerse en el campo de la atención sin ningún tipo de esfuerzo sensorial de nuestra parte. Con el mínimo de esfuerzo, debemos impregnar la mente con el sentimiento del deseo cumplido.

El adormecimiento facilita el cambio porque favorece la atención sin esfuerzo, pero no debe ser llevado a la etapa del sueño, en la que ya no podemos controlar los movimientos de nuestra atención, sino un grado moderado de somnolencia en el que todavía somos capaces de dirigir nuestros pensamientos.

La manera más efectiva de encarnar un deseo es asumir el sentimiento del deseo cumplido y luego, en un estado relajado y somnoliento, repetir una y otra vez, como una canción de cuna, cualquier frase corta que implique el cumplimiento de nuestro deseo, como, por ejemplo: “gracias”, como si nos dirigiéramos a un poder superior, por haberlo hecho por nosotros.  Sin embargo, si buscamos una proyección consciente a un mundo dimensionalmente más grande, entonces debemos mantener la acción en marcha hasta que nos quedemos dormidos.

Experimenta en la imaginación, con toda la nitidez de la realidad, lo que se experimentaría en la carne si lograras tu objetivo y con el tiempo lo encontrarás en la carne como lo encontraste en la imaginación.  Alimenta la mente con premisas, es decir, con asunciones que se presumen verdaderas, porque las asunciones, aunque sean irreales para los sentidos, si se persiste en ellas hasta que tengan la sensación de realidad, se convertirán en hechos. Para una asunción, todos los medios que promueven su realización son buenos. Influyen en el comportamiento de todos inspirando en todos los movimientos, las acciones y las palabras que tienden hacia su cumplimiento.

Para entender como el individuo moldea su futuro en armonía con su asunción, debemos saber a qué nos referimos con “un mundo dimensionalmente más grande”, porque es a un mundo dimensionalmente más grande al que vamos para alterar nuestro futuro. La observación de un evento antes de que suceda implica que el evento está predeterminado desde el punto de vista de la persona en el mundo tridimensional.  Por lo tanto, para cambiar las condiciones aquí en las tres dimensiones del espacio, primero debemos cambiarlas en las cuatro dimensiones del espacio.

Las personas no saben exactamente qué significa un “mundo dimensionalmente más grande”, y sin duda negarían la existencia de su ser dimensionalmente más grande. Ellos están familiarizados con las tres dimensiones de longitud, anchura y altura, y creen que si hubiera una cuarta dimensión debería ser tan obvia como las dimensiones de longitud, anchura y altura. Una dimensión no es una línea, es cualquier forma en que una cosa pueda ser medida, que es completamente diferente de todas las demás formas. Es decir, para medir a un sólido cuatridimensionalmente, lo medimos en cualquier dirección excepto la de su longitud, anchura y altura.

¿Existe otra manera de medir un objeto que no sea su longitud, anchura y altura?  El tiempo mide mi vida sin emplear estas tres dimensiones de longitud, anchura y altura. No existe tal cosa como un objeto instantáneo. Su aparición y desaparición son medibles. Perdura durante un tiempo determinado.  Podemos medir su duración sin utilizar las dimensiones de longitud, anchura y altura. El tiempo es definitivamente una cuarta manera de medir un objeto.

Cuantas más dimensiones tenga un objeto, más sustancial y real se convierte. Una línea recta, que está completamente en una dimensión, adquiere forma, masa y sustancia por la adición de dimensiones.  ¿Qué cualidad nueva aportaría el tiempo, la cuarta dimensión, que lo haría muy superior a los sólidos, como los sólidos son a las superficies y las superficies a las líneas?  El tiempo es un medio para los cambios en la experiencia porque todos los cambios requieren tiempo. La nueva cualidad es la variabilidad.

Observa que, si bisecamos un sólido, su sección transversal sería una superficie; al bisecar una superficie obtenemos una línea; y al bisecar una línea obtenemos un punto. Esto significa que un punto no es más que una sección transversal de una línea, que, a su vez, no es más que una sección transversal de una superficie, que, a su vez, no es mas que una sección transversal de un sólido, que, a su vez, si se lleva a su conclusión lógica, no es más que una sección transversal de un objeto cuatridimensional.

No podemos evitar la conclusión de que todos los objetos tridimensionales no son más que secciones transversales de cuerpos cuatridimensionales. Lo que significa que cuando te encuentro, me encuentro con una sección transversal de tu ser cuatridimensional -el ser cuatridimensional que no se ve. Para ver el ser cuatridimensional debo ver cada sección transversal o momentos de tu vida, desde el nacimiento a la muerte, y verlos todos como coexistentes.  Mi enfoque debería abarcar toda la gama de impresiones sensoriales que has experimentado en la tierra, además, aquellas que puedas encontrar. Debería verlas, no en el orden en que tú las has experimentado, sino como un todo presente. Porque el cambio es la característica de la cuarta dimensión, yo debería verlas en un estado de flujo como un todo viviente y animado.

Si tenemos todo esto claramente fijo en nuestras mentes, ¿qué significa para nosotros en este mundo tridimensional?  Significa que, si podemos movernos en la longitud del tiempo, podemos ver el futuro y alterarlo como queramos. Este mundo, que creemos tan sólidamente real, es una sombra de la cual y más allá de la cual podemos pasar en cualquier momento. Es una abstracción de un mundo más fundamental y dimensionalmente más grande, un mundo más fundamental abstraído de un mundo aún más fundamental y dimensionalmente aún más grande, y así sucesivamente hasta el infinito. El absoluto es inalcanzable bajo cualquier medio o análisis, no importa cuántas dimensiones añadamos al mundo.

El individuo puede probar la existencia de un mundo dimensionalmente más grande simplemente enfocando su atención en un estado invisible e imaginando que lo ve y lo siente. Si permanece concentrado en ese estado, su entorno actual desaparecerá y despertará en un mundo dimensionalmente más grande donde el objeto de su contemplación será visto como una realidad concreta y objetiva.  Intuitivamente siento que, si abstrajera sus pensamientos de este mundo dimensionalmente más grande y se retirara aún más adentro de su mente, volvería a provocar una exteriorización del tiempo. Descubriría que cada vez que se retira a su mente interior y trae una exteriorización del tiempo, el espacio se vuelve dimensionalmente más grande. Y, por lo tanto, concluiría que tanto el tiempo como el espacio son seriales, y que el drama de la vida no es nada más que el escalar de un multitudinario bloque de tiempo dimensional.   

Los científicos algún día explicarán porque existe un universo serial. Pero en la práctica es más importante cómo utilizamos este universo serial para cambiar el futuro. Para cambiar el futuro, solo tenemos que ocuparnos de dos mundos en la serie infinita, el mundo que conocemos con la razón de nuestros órganos corporales, y el mundo que percibimos independientemente de nuestros órganos corporales.

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