La Unidad de Dios

‘”Escucha, Oh Israel: El Señor nuestro Dios es un sólo Señor. Escucha, Oh Israel: Escucha, Oh, hombre hecho de la misma sustancia de Dios: ¡Tú y Dios son uno e indivisible! El hombre, el mundo y todo lo que hay en el son estados condicionados del único incondicionado, Dios. Tú eres éste único; Tú eres Dios condicionado como hombre. Todo lo que crees que Dios es, tú lo eres; Pero tú nunca sabrás que esto es cierto, mientras no dejes de declararlo como si fuera otro, Y reconozcas que este aparente otro, eres tú mismo. Dios y el hombre, espíritu y materia, lo sin-forma y lo formado, el creador y la creación, la causa y el efecto, tu Padre y tú son Uno. Este uno, en quien todos los estados condicionados viven y se mueven y tienen su ser, es tu Yo Soy, tu conciencia incondicionada”

La conciencia incondicionada es Dios, la única realidad. Por conciencia incondicionada me refiero a un sentido de conciencia; un sentido de saber que Yo Soy, diferente de saber quién Soy; la conciencia de ser, separada de aquello de lo que soy consciente de ser.

Yo Soy consciente de ser un hombre, pero no necesito ser un hombre para ser consciente de ser. Antes de hacerme consciente de ser alguien, Yo, la conciencia incondicionada, era consciente de ser, y esta conciencia no depende de ser alguien. Yo Soy autoexistente, conciencia incondicionada; yo me hice consciente de ser alguien, y me haré consciente de ser otro diferente de quien ahora soy consciente de ser; pero Yo Soy eternamente consciente de ser, ya sea que Yo Soy incondicionado sin-forma o Yo Soy forma condicionada.

Como el estado condicionado, Yo (el hombre), puedo olvidar quién soy o dónde estoy, pero no puedo olvidar que Yo Soy. Este saber que Yo Soy, esta conciencia de ser, es la única realidad. 

Esta conciencia incondicionada, el Yo Soy, es esa realidad en la cual todos los estados condicionados —conceptos de mí mismo— comienzan y terminan, pero por siempre permanecerá ese desconocido ser más grande, cuando todo lo conocido cese de existir.

Todo lo que he creído ser, todo lo que ahora creo que Soy y todo lo que creeré que seré, no son más que intentos de conocerme a mí mismo, la desconocida e indefinida realidad.   

Este ser superior desconocido, o conciencia incondicionada, es mi verdadero ser y la única realidad. Yo Soy la realidad incondicionada, condicionada como aquello que creo ser. Yo Soy el creyente limitado por mis creencias, el conocedor definido por lo conocido. El mundo es mi conciencia condicionada materializada. 

Aquello que yo siento y creo como verdad de mí mismo es ahora proyectado en el espacio como mi mundo.  El mundo —mi ser reflejado— siempre da testimonio del estado de conciencia en el que vivo.

No hay azar o accidente responsable por las cosas que me suceden o en el entorno en el que me encuentro. Tampoco es un destino predeterminado el autor de mis fortunas o mis desgracias. La inocencia y la culpa son simples palabras que no significan nada para la ley de la conciencia, excepto que ellas reflejan el estado de conciencia mismo.

La conciencia de culpa llama a la condenación. La conciencia de carencia produce pobreza.  El individuo eternamente materializa el estado de conciencia en el que permanece, sin embargo, de alguna manera, él se ha confundido en la interpretación de la ley de causa y efecto. Él se ha olvidado que es el estado interno lo que causa la manifestación de lo externo. “Como es adentro, así es afuera”. “Correspondencia”, el segundo de los Siete Principios de Hermes Trismegisto. Y en su olvido, él cree que un Dios externo tiene sus propias peculiares razones por las cuales hace las cosas, y que tales razones están fuera de la compresión humana; o cree que la gente está sufriendo a causa de errores del pasado que han sido olvidados por la mente consciente; o que el ciego azar, por sí solo, juega el papel de Dios. 

Un día se dará cuenta que su propio ‘Yo Soy’ es el Dios que él ha estado buscando a través de los siglos, y que su propio sentido de conciencia —su conciencia de ser— es la única realidad.  

Lo que más le cuesta comprender a las personas es esto:  Que su “Yo Soy” en ellos, es Dios. Es su verdadero ser, o estado Padre, el único estado del que puede estar seguro. El Hijo, su concepto de sí mismo, es una ilusión. Él siempre sabe que él es, pero aquello que es él, es una ilusión creada por él mismo (el Padre) en un intento de autodefinirse.

Este descubrimiento revela que todo lo que yo he creído que Dios era, Yo Soy.

“Yo Soy la resurrección y la vida” (Juan 11: 25), de hecho, esta es una declaración respecto a mi conciencia, porque mi conciencia resucita o hace visiblemente vivo aquello de lo que soy consciente de ser.

“Yo Soy la puerta. (Juan 10:2, 10:7 y 10:9) ; “Todos lo que ha venido antes que yo, eran ladrones y bandidos” (Juan 10: 8), esto me muestra que mi conciencia es la única entrada al mundo de la expresión, que asumir la conciencia de ser o poseer la cosa que yo deseo ser o poseer, es la única manera en que puedo serlo o poseerlo; que cualquier intento por expresar este estado deseado por otros medios que no sean asumiendo la conciencia de serlo o poseerlo, es ser robado de la alegría de la expresión y posesión.

“Yo Soy el principio y el fin” (Revelaciones 1: 8 y, 22:13), revela a mi conciencia como la causa del nacimiento y la muerte de toda expresión. 

“Yo Soy me ha enviado” (Éxodo 3: 14), revela que mi conciencia es el Señor que me envía al mundo en la imagen y semejanza de aquello que soy consciente de ser para vivir en un mundo compuesto por todo lo que soy consciente de ser.

 “Yo Soy el Señor y fuera de mí no hay otro Dios” (Isaías 45: 5), declara que mi conciencia es el único Señor y que fuera de mi conciencia no hay Dios.

“Quédate quieto y sabrás que Yo Soy Dios” (Salmo 46:10), significa que debo aquietar la mente y saber que esa conciencia es Dios.  

 “No tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano” (Éxodo 20:7); “Yo Soy el Señor: ése es Mi Nombre” (Isaías 42:8). Ahora que tú has descubierto tu Yo Soy, que tu conciencia es Dios, no afirmes como verdad de ti mismo nada que no afirmarías como verdad de Dios, porque al definirte a ti mismo, estás definiendo a Dios. Aquello que eres consciente de ser, es aquello con lo que has nombrado a Dios.

Dios y el ser humano son uno. Tú y tu Padre son uno (Juan 10: 30). Tu conciencia incondicionada, o Yo Soy, y aquello que eres consciente de ser, son Uno.

El que concibe y la concepción son uno. Si tu concepto de ti mismo es menos de lo que afirmas como verdad de Dios, tú le has robado a Dios el Padre, (ver Filipenses 2: 6), porque tú (el Hijo o concepción) da testimonio del Padre o el que concibe. No tomes en vano el mágico nombre de Dios, Yo Soy, porque no serás considerado inocente; tú debes expresar todo lo que afirmas que eres.

Nombra a Dios definiéndote conscientemente como tu más alto ideal. 

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