Viendo a Dios



San Agustín dijo una vez: “Oh, Dios mío, déjame verte, y si morir es verte, entonces deja que muera para que pueda contemplar tu rostro.”

Sin embargo, cuando caímos Dios nos dice, “No puedes ver mi rostro y vivir. Pero dejaré pasar mi gloria y cuando yo pase, verás mi espalda, pero no veras mi rostro.” Ese Dios es tu maravilloso Yo Soy, tu conciencia que está siempre diciendo: “Yo Soy ese quien Yo Soy.”

El poder de la imaginación es el único poder. Es tu poder de matar, de hacer vivir, de herir y sanar. Es tu imaginación que forma la luz, que hace el bien y crea el mal, y no hay otro Dios. El hombre se inclina a creer en dos poderes, uno del bien y el otro del mal, pero te digo que sólo hay uno.

El “Yo” en el hombre es el que mata y da vida, que maldice y crea. Tu conciencia de ser es la única realidad. La autodefinición de un estado absoluto es “Yo Soy divino.” Y este estado absoluto es Dios. Es tu Yo Soy que no puede ser visto.

Mateo nos dice: “Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios.” La palabra “puro” en la declaración anterior viene de la palabra griega “katharos”, que también significa “limpio, claro.” Para ser puro, la mente debe estar libre de todas las obstrucciones creadas por el pensamiento erróneo tradicional. El corazón debe estar libre de la creencia en un poder secundario. Sólo cuando se hace esto tu serás bendecido, porque conocerás que el único Dios es tu verdadero ser.

No hay poder fuera de ti. El mismo poder en ti que hace el bien, crea el mal. Comienza ahora a liberarte de la creencia en dos poderes, porque sólo entonces vas a ser puro de corazón y verás a Dios.

Todo el vasto universo no es más que la respuesta a la conciencia de los hombres. Si tú crees que el “Yo” en otro es la causa de tu descontento y no tu propio “Yo”, entonces has plantado un árbol en tu mente que está obstruyendo tu vista y debe ser arrancado de raíz. Se nos ha dicho, “Ningún hombre imaginará el mal en su corazón.” No estoy hablando de un órgano físico, sino de la mente, el centro o núcleo de la materia. Cuando tu corazón es puro, te conviertes en un miembro de la orden de Melquisedec. Lee cuidadosamente la historia y verás que después que Abraham derrotó a los reyes (todas sus ideas negativas y desagradables), él regresó para encontrar a Melquisedec, el símbolo del Yo Soy, el ser que realmente eres tú.

Aprende a disciplinar tu mente, porque sólo la mente disciplinada puede mantener el sentimiento del deseo cumplido. Si lo que has imaginado no ha llegado a ser, es porque no se han cortado los lazos que te atan al nivel en el que estás ahora. Debes romper tu reacción mecánica a la vida con el fin de cambiar la senda de tu vida.

La única razón de estas enseñanzas es animarte y empujarte hacia arriba de la línea vertical de la cruz. Es muy importante que aprendas a no ser crítico contigo mismo, porque si lo eres, justificarás tu comportamiento lo que hará que te quedes en tu estado actual. Pero si dejas de ser crítico, dejarás los pensamientos negativos que te atan a tu estado actual y saldrás de el hacia otro.

Hay tres maneras de limpiar tu mente de los árboles del pensamiento tradicional equivocado y te permitirán que veas a Dios. Ellos son: la observación acrítica; no identificación; y el sacrificio del estado en el que anteriormente creía estar.

El hombre intenta de ver a Dios por medio de pequeñas imágenes, pero Dios sólo puede ser visto a través de la creencia en un poder. A través de la observación acrítica, encontrarás tu estado particular. Si no te gusta el papel que ese estado requiere que tú actúes mientras se desarrolla, deja de reaccionar a el. Hasta que no llegues al punto en el que ya no reacciones, no estás lo suficientemente puro para ver a Dios. Cuando lo ves a él, lo conocerás, ya que serás como Él.

Donde “Yo” estoy es siempre lo que “Yo” soy. Establece un “Yo” dentro tuyo, no un número de “Yoes”. El “Yo” hecha fuera todas las causas secundarias y despeja la mente del poder de esclavizar. Tu creencia en poderes externos a ti es un árbol que debe ser arrancado de tu mente.

Comienza ahora a utilizar esta técnica y realizarás todos tus sueños. Pero primero debes tener un sueño, un deseo por algo, el deseo es tu trampolín de acción. Define tu objetivo. Si se cumpliera ahora, ¿dónde estarías físicamente? ¿Cómo te parecería el mundo? ¿Tu esposa, esposo, madre, padre o amigos te verían de manera diferente? Siente su presencia: observa la alegría expresada en sus rostros y escuche sus felicitaciones. Repite este acto hasta que tenga la sensación de cumplimiento. Luego, después de haber asumido el sentimiento de realización, permanece fiel a ello, porque tu asunción contiene dentro de si todos los planes y el poder necesario para la externalización.

Tú no necesitas hacer nada en el exterior, porque por tu asunción, tu mente está siendo reorganizada y lo que confirma, se exterioriza. Tu deseo puede ser una mejora de tu situación financiera, tu círculo social o un entendimiento más profundo del misterio. El deseo depende de ti, pero cuando se pone en práctica, esta técnica nunca te fallará.

El reino de los cielos, con sus muchos estados (algunos hermosos y otros no tanto) está dentro de ti. El estado capaz de herir o sanar, matar hacer vivir, está dentro de ti. Son todos estados psicológicos, completamente equipados y listos para exteriorizarse a sí mismos en tu mundo. Y, si habiendo entrado en una mansión en particular (estado), no te interesa permanecer allí, puedes dejarlo mediante la misma técnica con la que entraste – a través del acto de la asunción.

Es muy fácil sentir lástima por ti mismo y muy difícil renunciar a ese sentimiento. Pero no puedes entrar en otro estado hasta que lo hagas. Nadie puede arrancar las malezas de la autocompasión o los árboles de las denominadas causas secundarias por ti. Tú debes arrancarlas de raíz por ti mismo.

Dios puso a Adán en el jardín para cuidarlo y mantenerlo. Como Adán tú te quedaste dormido, pero cuando despiertas, tú eres Cristo, el poder y la sabiduría de Dios.

Comienza ahora a observar tus reacciones a la vida y no te permitas identificarte con ningún estado desagradable. Sacrifica tus pequeños dolores, tus quejas y la creencia en causas secundarias. Entonces serás bendecido, porque serás puro de corazón y verás a Dios. ¡Despierta! Ponte a prueba y descubrirás que la falta que ves en el otro, existe en ti. Vuélvete hacia ti mismo y encontrarás al Cristo en ti, que es tu esperanza de gloria.

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