Tu Yo Soy es tu Conciencia

Dentro, en lo más profundo de ti mismo, encontrarás que todas las cosas son divinamente posibles. Todo lo que tú puedes concebir ser, dentro de esta presente conciencia sin-forma, para ti es el logro más natural. 

La invitación que se nos da en las Escrituras es “Estar ausente del cuerpo y estar presente con el Señor”.  El “cuerpo” es la anterior concepción de ti mismo, y “el Señor” es tu conciencia de ser. Esto es lo que quería decir cuando Jesús le dijo a Nicodemo, “Debes nacer de nuevo, porque si no naces de nuevo, no puedes entrar en el reino de los cielos”. Esto quiere decir, a menos que dejes atrás la actual concepción de ti mismo y asumas la naturaleza del nuevo nacimiento, tú continuarás manifestando tus limitaciones actuales.  

La única manera de cambiar tus expresiones de vida es cambiar tu conciencia. Porque la conciencia es la realidad que eternamente se solidifica en las cosas alrededor de ti. Tu mundo, en cada detalle, es tu conciencia exteriorizada. No puedes cambiar tu entorno o tu mundo destruyendo cosas, así como tu reflejo destruyendo el espejo. Tu entorno y todo lo que está en él, refleja lo que eres en la conciencia. Mientras sigas siendo eso en la conciencia, seguirás manifestándolo en tu mundo.

Sabiendo esto, comienza a revaluarte. Las personas han puesto muy poco valor en sí mismas. En el Libro de Números puedes leer, “En aquel día había gigantes en la tierra; y éramos a nuestra propia vista como saltamontes y así le parecíamos a ellos”. Esto no significa un tiempo en el oscuro pasado cuando el ser humano tenía la estatura de los gigantes. Hoy es el día – el eterno ahora- cuando las condiciones alrededor tuyo han alcanzado la apariencia de gigantes (como el desempleo, los ejércitos de tu enemigo, tus problemas y todas las cosas que parecen amenazarte) esos son los gigantes que te hacen sentir un saltamontes. Pero se te dijo que primero, a tu propia vista, tú eras un saltamontes y por eso fuiste un saltamontes para los gigantes. En otras palabras, solo puedes ser para los demás lo que eres primero para ti mismo. Por lo tanto, para revalorizarte y empezar a sentirte a ti mismo ser el gigante – un centro de poder – es empequeñecer esos gigantes y hacer de ellos unos saltamontes.  

“Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; más él actúa conforme a su voluntad en el ejército del cielo y entre los habitantes de la tierra. Nadie puede detener su mano, ni decirle: ¿Qué has hecho?” (Daniel 4:35). 

Este ser mencionado no es el Dios ortodoxo sentado en el espacio, sino que es el único Dios, el padre eterno – tu conciencia de ser. Entonces, despierta al poder que eres, no como ser humano, sino como tu verdadero ser, una conciencia sin-forma, sin rostro y libérate de tu prisión autoimpuesta.

“Yo soy el buen pastor y conozco mis ovejas. Mis ovejas oyen mi voz; yo las conozco y ellas me seguirán”. La conciencia es el buen pastor. Lo que soy consciente de ser, es la ‘oveja’ que me sigue. Tan buen pastor es tu conciencia, que nunca ha perdido ninguna de las “ovejas” que tú eres consciente de ser.

Yo soy una voz que clama en el desierto de la confusión humana por lo que Yo Soy consciente de ser, y nunca habrá un momento en que lo que estoy convencido de ser, falle en encontrarme.  “Yo Soy” es una puerta abierta por la que todo lo que soy puede entrar. Tu conciencia de ser es señor y pastor de tu vida. Entonces, ahora “El Señor es mi pastor; nada me faltará” es visto en su verdadera luz, siendo tu conciencia. Nunca podrías estar en necesidad de prueba o falta de evidencia de aquello que eres consciente de ser.

Siendo esto cierto, ¿por qué no hacerse consciente de ser grandioso, amado de Dios, rico, saludable y todos los atributos que admiras?

Es tan fácil poseer la conciencia de estas cualidades como lo es poseer sus opuestos, porque tú no tienes tu presente conciencia debido a tu mundo. Por el contrario, tu mundo es lo que es, debido a tu presente conciencia. Simple, ¿no? De hecho, demasiado simple para la sabiduría del mundo, que intenta complicarlo todo.

Pablo dijo de este principio, “Es una necedad para los griegos (o sabiduría de este mundo), y piedra de tropiezo para los judíos (o aquellos que buscan señales)”; con el resultado de que el individuo continúa caminando en la oscuridad en vez de despertar al ser que es. Las personas han adorado tanto las imágenes de su propia creación que al principio encuentran que esta revelación es una blasfemia, ya que deletrea la muerte a todas sus anteriores creencias en un Dios aparte de sí mismo. Esta revelación traerá el conocimiento de que “Yo y mi padre somos uno, pero mi padre es más grande que yo”.  Tú eres uno con tu actual concepto de ti mismo; pero tú eres más grande que aquello de lo que eres consciente de ser en el presente.    

Antes de que puedas intentar transformar tu mundo, primero debes establecer el fundamento “Yo Soy el Señor”. Es decir, la conciencia del individuo, su conciencia de ser, es Dios. Si esto no está firmemente establecido, de modo que ninguna sugerencia o argumento presentado por otros pueda sacudirte, te encontrarás regresando a la esclavitud de tus creencias anteriores.  “Si no crees que Yo soy él, morirás en tus pecados” (Juan 8:24). Es decir, seguirás confundido y frustrado hasta que encuentres la causa de tu confusión. Cuando hayas levantado al hijo del hombre, entonces sabrás que Yo Soy él. Es decir, que yo, Juan Pérez, no hago nada por mí mismo, sino mi padre, o ese estado de conciencia con el cual ahora soy uno, él hace las obras.

Cuando esto es comprendido, cada impulso y deseo que brota dentro de ti se expresará en tu mundo. “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo (Apocalipsis 3:20).

El “Yo” que golpea la puerta es el deseo. La puerta es tu conciencia. Abrir la puerta es hacerse Uno con aquello que está llamando, sintiéndose a sí mismo ser la cosa deseada. Sentir el deseo de uno como imposible, es cerrar la puerta o negar la expresión de ese deseo. Elevarse en la conciencia a la naturalidad de lo que se siente, es abrir ampliamente la puerta e invitarle a que se realice.

Es por esto que constantemente se dice que Jesús dejó el mundo de la manifestación y ascendió a su padre. Jesús, como tú y yo, encontramos todas las cosas imposibles para Jesús, como hombre. Pero habiendo descubierto que su padre era el estado de conciencia de lo deseado, él dejó atrás la “conciencia de Jesús” y se elevó en conciencia a ese estado deseado y permaneció en él hasta que se hizo uno con él. Cuando se hizo uno con aquello, eso se convirtió en expresión.

El simple mensaje de Jesús a la humanidad es el siguiente: Los individuos son solo las vestiduras que ocupa el ser impersonal, Yo Soy, la presencia que las personas llaman Dios.  Cada vestidura tiene ciertas limitaciones. Con el fin de trascender esas limitaciones y dar expresión a lo que como individuo – Juan Pérez – te encuentras incapaz de hacer, sacas tu atención de tus actuales limitaciones, o la concepción de Juan Pérez sobre sí mismo, y te fusionas en el sentimiento de ser lo que deseas.  ¿Cómo se encarnará este deseo o conciencia recién alcanzada? Eso nadie lo sabe. Porque Yo, o la conciencia recién alcanzada, tiene caminos que no conoces; sus maneras están más allá de lo que podemos descubrir. No especules en cuanto al cómo esta conciencia se encarnará a sí misma, porque nadie es lo suficientemente sabio para saber cómo. La especulación es la prueba de que no has alcanzado la naturalidad de ser la cosa deseada y así te llenas de dudas.

Se te ha dicho, “El que carece de sabiduría, pídale a Dios y él se la dará; pues Dios da a todos sin limitación y sin hacer reproche alguno. Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la ola del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. (Santiago 1:5-6). Puedes ver por qué esta declaración está hecha, porque solo sobre la roca de la fe se puede establecer algo. Si no tienes la conciencia de aquello, no tienes la causa o fundamento sobre el cual se establece aquello.  

Una prueba de esta conciencia establecida se da en las palabras, “Gracias, Padre”.  Cuando vienes en la alegría de dar gracias, entonces realmente te sientes agradecido por haber recibido lo que todavía no es aparente a los sentidos, tú definitivamente te has convertido en Uno en la conciencia con aquello por la cual das gracias.

Dios (tu conciencia) no es burlada. Tú estás recibiendo siempre aquello de lo que eres consciente de ser y nadie da gracias por algo que no ha recibido. “Gracias Padre” no es una especie de fórmula mágica, como muchos la utilizan hoy en día. No necesitas pronunciar en voz alta las palabras “Gracias, Padre”. Al aplicar este principio mientras te elevas en la conciencia hasta el punto en que estás realmente agradecido y feliz por haber recibido aquello que deseas, automáticamente te regocijas y das gracias internamente.  Tú ya has aceptado el regalo que fue solo un deseo antes de que te elevaras en la conciencia, y tu fe es ahora la sustancia que vestirá tu deseo.

Este elevarse en la conciencia, es el matrimonio espiritual donde dos estarán de acuerdo en ser Uno y su semejanza o su imagen es establecida en la tierra. “Porque todo lo que pidas en mi nombre, lo haré”. “Todo” es una medida bastante grande. Es incondicional. No señala si la sociedad juzga correcto o incorrecto que lo pidas, depende de ti.  ¿De verdad lo quieres? ¿Lo deseas? Eso es todo lo que es necesario. La vida te lo dará si pides “en su nombre”.

Su nombre no es un nombre que pronuncias con los labios. Puedes pedir para siempre en el nombre de Dios, o Jehová, o Cristo Jesús y pedirás en vano. ‘Nombre’ significa la naturaleza; así que, cuando pides en la naturaleza de una cosa, los resultados siempre siguen. Pedir en el nombre es elevarse en la conciencia y convertirse Uno en naturaleza con la cosa deseada, si te elevas en la conciencia a la naturaleza de lo que deseas, te convertirás en aquello en la expresión.

Por lo tanto, “todo lo que desees, cuando ores, cree que ya lo has recibido y lo recibirás” (Marcos 11:24).

Como te hemos señalado antes, orar es reconocimiento – el mandamiento de creer que recibes es en primera persona, tiempo presente. Esto significa que debes estar en la naturaleza de las cosas pedidas antes de que puedas recibirlas.

Para entrar fácilmente en la naturaleza, se necesita amnistía general. Se nos dice: “Perdona si tienes algo contra alguien, para que también tu Padre que está en los cielos te perdone. Pero si no perdonas, tampoco tu Padre que está en los cielos perdonará tus transgresiones” (Marcos 11:25-26). Esto puede parecer un Dios personal que está complacido o disgustado con tus acciones, pero este no es el caso.

Ya que la conciencia es Dios, si en la conciencia sostienes algo contra alguien estás atando esa condición en tu mundo. Pero liberar a las personas de toda condena, es liberarte a ti mismo para que puedas elevarte a cualquier nivel necesario; por lo tanto, no hay condenación a los que están en Cristo Jesús.    

Una muy buena práctica, antes de entrar en tu meditación, es primero liberar de culpa a cada persona en el mundo. Porque la Ley nunca es violada y puedes descansar confiado en el conocimiento de que cada concepción que el individuo tiene de sí mismo, esa será su recompensa. Así que no tienes que preocuparte de ver si esa persona obtiene o no lo que tú consideras que debe obtener. Porque la vida no comete errores y siempre da a cada individuo aquello que él primero se da a sí mismo.    

Esto nos lleva a esa declaración tan abusada de la Biblia sobre el diezmo. Maestros de todo tipo han esclavizado a las personas con el asunto del diezmo porque no comprenden la naturaleza del diezmo y ellos mismos temen la carencia, ellos han llevado a sus seguidores a creer que una décima parte de sus ingresos deben ser dados al Señor. Lo que significa, como lo dejan muy en claro, que cuando uno da una décima parte de sus ingresos a su particular organización está dando su “décima parte” al Señor, o su diezmo. Pero recuerda, “Yo Soy el Señor”. Tu conciencia de ser es el Dios al que das, y siempre das en esa manera.

Por lo tanto, cuando tú afirmas ser algo, has dado esa afirmación o cualidad a Dios. Y tu conciencia de ser, que no hace diferencia de personas, volverá a ti “en buena medida, apretada, remecida y rebosando” (Lucas 6:38) con esa cualidad o atributo que afirmas para ti.

La conciencia de ser no es nada que podrías nombrar. Pedir a Dios ser rico, ser genial, ser amado, ser sabio, es definir lo que no se puede definir. Porque Dios no es nada que pueda ser nombrado.

El diezmo es necesario, y tú haces el diezmo con Dios. De ahora en adelante, dale al único Dios y asegúrate de darle la cualidad que deseas expresar como persona, afirmando ser grande, rico, amado, sabio. 

No especules en cuanto a cómo expresarás estas cualidades o peticiones, porque la vida tiene maneras que tú, como humano, no conoces. Sus maneras están más allá de ser descubiertas. Pero, te aseguro, el día que afirmes estas cualidades hasta el punto de la convicción, tus peticiones serán atendidas. No hay nada cubierto que no sea descubierto. Lo que es pronunciado en secreto será proclamado por los tejados. Es decir, las secretas convicciones de ti mismo, esas peticiones secretas que nadie conoce, cuando realmente sean creídas, serán gritadas por los tejados en tu mundo. Porque tus convicciones de ti mismo son las palabras del Dios dentro de ti, son palabras espirituales y no pueden volver a ti vacías, sino que deben cumplir aquello para lo que han sido enviadas.

En este preciso momento tú estás llamando desde lo infinito aquello que ahora eres consciente de ser. Y ninguna palabra o convicción fallará en encontrarte.

“Yo Soy la vid y ustedes son las ramas” (Juan 15:5). “La conciencia es la “vid” y esas cualidades que tú eres ahora consciente de ser son como “ramas” que alimentas y mantienes vivas. Como una rama no tiene vida a menos que este arraigada en la vid, así también las cosas no tienen vida a menos que tú seas consciente de ellas.  Como una rama se marchita y muere si la savia de la vid deja de fluir hacia ella, así también las cosas en tu mundo mueren si sacas tu atención de ellas, porque tu atención es como la savia de vida que sostiene y mantiene vivas las cosas en tu mundo.  

Para disolver un problema que ahora te parece tan real, todo lo que tienes que hacer es quitar tu atención de ello. A pesar de su aparente realidad, date vuelta en la conciencia. Hazte indiferente y comienza a sentir que estás en aquello que sería la solución del problema. Por ejemplo: si estuvieras preso, nadie tendría que decirte que debías desear la libertad. La libertad, o más bien el deseo de libertad, sería automático. ¿Por qué mirar detrás de las cuatro paredes de las barras de la prisión? Saca tu atención de estar encarcelado y comienza a sentirte libre. Siéntelo hasta el punto en que se vuelva natural, el segundo mismo en que lo haces, esas barras de la prisión se disolverán. Aplica el mismo principio para cualquier problema.

He visto a personas que estaban endeudadas hasta las orejas aplicar este principio y en un abrir y cerrar de ojos, las montañosas deudas fueron removidas. He visto a aquellos, a quienes los doctores habían desahuciado como incurables, sacar su atención del problema de su enfermedad y han comenzado a sentirse como si estuvieran sanos, a pesar que las evidencias de sus sentidos demostraban lo contrario. En muy poco tiempo esta llamada “enfermedad incurable” desapareció y no dejó marcas.

Tu respuesta a la pregunta: “¿Quién dices que Soy Yo?” siempre determina tu expresión. Mientras estés consciente de estar encarcelado, o enfermo, o pobre, continuarás viendo o expresando estas condiciones. 

Cuando el individuo se da cuenta que ya es aquello que está buscando, y empieza a afirmar que lo es, tendrá la prueba de su afirmación. Esta señal se te da en las palabras: “¿A quién buscas?” Y ellos respondieron: A Jesús”. Y la voz dijo: “Yo Soy él”. Aquí ‘Jesús’ significa salvación o salvador. Tú estás buscando ser salvado de aquello que es tu problema.

“Yo Soy” es el que te salvará. Si tienes hambre, tu salvador es la comida. Si eres pobre, tu salvador es la riqueza. Si estás preso, tu salvador es la libertad. Si estás enfermo, no será un hombre llamado Jesús quien te salvará, sino la salud se convertirá en tu salvador. Por lo tanto, afirma “Yo soy él”, en otras palabras, afirma ser la cosa deseada. Reclámalo en la conciencia – no en las palabras – y la conciencia te recompensará con tu petición. Se te dice, “Me encontrarás cuando me sientas”. Bueno, siente esa cualidad en la conciencia, hasta que te sientas a ti mismo siéndolo. Cuando te pierdes en el sentimiento de serlo, la cualidad se encarnará en tu mundo.

Tú eres sanado de tu problema cuando tocas la solución de ello. “¿Quién me ha tocado? porque percibo que ha salido poder de mí” (Lucas 8:46). Sí, el día que toques este ser dentro tuyo, sintiéndote a ti mismo curado o sanado, el poder saldrá de tu propio ser y se solidificará en tu mundo como sanidad. Se dice, “Cree en Dios. Cree también en mí, porque Yo soy él”. Ten la fe de Dios. “Él se hizo uno con Dios y no encontró que era robo hacer las obras de Dios”.  Ve y haz lo mismo. Sí, empieza a creer en tu conciencia, tu conciencia de ser Dios. Afirma para ti mismo todos los atributos que hasta ahora les has dado a un Dios externo y comenzarás a expresar estas afirmaciones.   “Porque no soy un Dios lejano. Estoy más cerca que tus manos y tus pies, más cerca que tu misma respiración. Yo soy tu conciencia de ser. Yo soy aquello en lo cual todo lo que seré consciente de ser comenzará y terminará”. “Porque antes que el mundo fuera Yo Soy; Y cuando el mundo deje de ser, Yo Soy; antes que Abraham fuese, Yo Soy”. Este Yo Soy es tu conciencia.

Continuar a la Tercera Parte

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