Cambia tu Mundo

“Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican”. “El Señor”, siendo tu conciencia, a menos que aquello que buscas se establezca primero en tu conciencia, trabajarás en vano para encontrarlo. Todas las cosas deben comenzar y terminar en la conciencia.

Entonces, ciertamente que es bendito aquel que confía en sí mismo, porque la fe en Dios siempre será medida por la confianza en uno mismo. “Tú crees en un Dios, cree también en Mi”.

No pongas tu confianza en los demás porque los demás reflejan el ser que eres, y solo puedes traer hacia ti o hacer para ti lo que te has hecho primero a ti mismo.

“Nadie me quita la vida, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo el poder de dejarla y el poder de volverla a tomar” (Juan 10:18).

No importa lo que suceda en este mundo, nunca es un accidente. Ocurre bajo la dirección de una ley exacta e inmutable. “Ningún hombre (manifestación) viene a mí a menos que el padre dentro de mí lo traiga”, y “Yo y mi padre somos Uno”. Cree esta verdad y serás libre. El individuo siempre ha culpado a los demás por lo que es él, y lo seguirá haciendo hasta que se encuentre a sí mismo como la causa de todo. “Yo Soy” no viene a destruir, sino a cumplir. “Yo soy” la conciencia dentro de ti, no destruye nada, sino cumple siempre los moldes o la concepción que uno tiene de sí mismo.

Es imposible para un pobre encontrar riquezas en este mundo, no importa cuánto se rodee con ellas, mientras primero no se proclame a si mismo ser rico. Los signos siguen, no preceden. Patalear y quejarse constantemente contra las limitaciones de la pobreza, mientras sigues siendo pobre en la conciencia, es jugar el juego del tonto. Los cambios no pueden tener lugar desde ese nivel de conciencia porque la vida es una constante representación de todos los niveles.

Sigue el ejemplo del hijo pródigo. Comprende que tú mismo provocaste esa condición de pérdida y carencia, y toma dentro de ti la decisión de subir a un nivel más elevado donde el becerro engordado, el anillo y el manto esperan que los reclames.

No hubo condenación del hijo pródigo cuando tuvo el coraje de reclamar esta herencia como suya. Otros solo nos condenarán mientras continuemos en aquello por lo cual nos condenamos a nosotros mismos. Así que: “Feliz es el hombre que no se condena a sí mismo en lo que aprueba” (Romanos 14:22). Porque para la vida nada es condenado. Todo es expresado.

A la vida no le importa si te llamas a ti mismo rico o pobre, fuerte o débil. Te recompensará eternamente con lo que afirmas como verdadero de ti mismo.

Las medidas del bien y del mal pertenecen solo al ser humano. Para la vida no hay nada bueno o malo. Como Pablo declaró en sus cartas a los romanos, “Yo sé, y confío en el Señor Jesús, que nada es inmundo en sí mismo; más para el que piensa que algo es inmundo, para él lo es”. Deja de preguntarte si eres digno o indigno de recibir lo que deseas. Tú, como ser humano, no creaste el deseo. Tus deseos son formados siempre dentro de ti debido a lo que ahora afirmas ser.

Cuando alguien tiene hambre, (sin pensar) automáticamente desea comida. Cuando es encarcelado, automáticamente desea la libertad, y así sucesivamente. Tus deseos contienen dentro de sí el plan de autoexpresión. Así que deja todos los juicios fuera de la imagen, elévate en la conciencia al nivel de tu deseo y hazte uno con él afirmando que eres así ahora. Porque “Mi gracia es suficiente para ti. Mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9).

Ten fe en esta afirmación invisible hasta que nazca en ti la convicción de que así es. Tu confianza en esta afirmación pagará grandes recompensas. Solo un poco de tiempo y lo deseado vendrá. Pero sin fe es imposible realizar ninguna cosa. Por medio de la fe los mundos fueron enmarcados porque “la fe es la sustancia de las cosas que se esperan, la evidencia de las cosas que no se ven” (Hebreos 11:1).

No te pongas ansioso o preocupado por los resultados. Seguirán tan ciertamente como el día sigue a la noche. Mira tus deseos – todos ellos – como las palabras de Dios, y cada palabra o deseo es una promesa. La razón por la cual la mayoría de nosotros fallamos en manifestar nuestros deseos es porque constantemente los estamos condicionando. No condiciones tu deseo. Solo acéptalo como viene a ti. Da gracias por ello al punto que estás agradecido de ya haberlo recibido, luego sigue tu camino en paz.

Tal aceptación de tu deseo es como dejar caer la semilla, semilla fértil, en tierra preparada. Porque cuando puedes dejar caer lo que se desea en la conciencia, de seguro aparecerá, has hecho todo lo que se espera que hagas. Sin embargo, estar ansioso o preocupado respecto a cómo tu deseo madurará, es sostener estas semillas fértiles en un agarre mental y, por lo tanto, nunca haberlas dejado caer en el suelo de la confianza.  

La razón por la cual las personas condicionan sus deseos es porque constantemente juzgan por la apariencia del ser y ven las cosas como reales, olvidando que la única realidad es la conciencia detrás de ellas.  

Ver las cosas como reales es negar que todas las cosas son posibles para Dios. El hombre que está encarcelado y ve las cuatro paredes como reales, está automáticamente negando el impulso, o la promesa de Dios dentro de él, de la libertad.

Una pregunta que se hace a menudo cuando se hace esta declaración es: si el deseo de uno es un regalo de Dios, ¿cómo puedes decir que, si uno desea matar a alguien, tal deseo es bueno y por lo tanto enviado por Dios? En respuesta a esto permíteme decir que ninguna persona desea matar a otra. Lo que sí desea es ser liberado de tal persona. Pero porque no cree que el deseo de ser libre de aquel, contiene dentro de sí el poder de libertad, él condiciona ese deseo y ve que la única manera de expresar tal libertad es destruyendo a ese individuo; olvidando que la vida envuelta en el deseo tiene maneras que él, como individuo, no conoce.  Sus maneras están más allá de descubrir. Así, las personas distorsionan los dones de Dios por su falta de fe.  

Los problemas son las montañas de las que se dice que se pueden remover si se tiene la fe de un grano de mostaza. Las personas abordan su problema como lo hizo la anciana que asistió al servicio y escuchó al sacerdote decir: “Si tuvieran fe, aunque fuera del tamaño de un grano de mostaza, le dirían a aquella montaña ‘muévete de aquí hasta allá’ y la montaña se movería. Nada les sería imposible”. Esa noche, mientras rezaba sus oraciones, ella citó esta parte de las escrituras y se fue a la cama en lo que ella pensaba que era la fe. Al levantarse por la mañana, corrió a la ventana y exclamó: “Yo sabía que esa vieja montaña todavía estaría allí”.

Es así es como el individuo enfrenta su problema. Él sabe que todavía estará ahí para enfrentarlo. Y porqué la vida no hace acepción de personas y no destruye nada, sigue manteniendo vivo lo que él es consciente de ser.

Las cosas desaparecerán solo cuando el individuo cambie en conciencia. Niégalo si lo deseas, seguirá siendo un hecho que la conciencia es la única realidad y las cosas solo reflejan lo que eres en la conciencia. Así que el estado celestial que buscas solo se encuentra en la conciencia, porque el reino de los cielos está dentro de ti.  

Como la voluntad del cielo es siempre hecha en la tierra, tú estás hoy viviendo en el cielo que has establecido dentro de ti. Porque tu cielo se revela aquí, en esta misma tierra. El reino de los cielos está realmente cerca. Ahora es el tiempo aceptado. Entonces, crea un nuevo cielo, entra en un nuevo estado de conciencia y una nueva tierra aparecerá.

“Las primeras cosas pasarán. No volverán a mencionarse, ni se traerán a la memoria” (Isaías 65:17). Porque “He aquí, Yo (tu conciencia) vengo pronto y mi recompensa conmigo”. (Apocalipsis 22:12) Yo no tengo nombre, pero tomaré sobre mí todo nombre (naturaleza) que tú llames. Recuerda que eres tú mismo del que hablo como ‘mí’.  Así que cada concepto que tengas de ti mismo, es decir, toda profunda convicción que tengas de ti mismo es lo que aparecerás siendo – porque Yo no soy engañado; Dios no se burla.

CUARTA PARTE

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