Sean Oídos que Oyen

“Dejen que estas palabras penetren en sus oídos; porque el hijo del hombre será entregado en manos de los hombres”. – Lucas 9:44

No seas como aquellos que tienen ojos que no ven y oídos que no oyen. Deja que estas revelaciones penetren profundamente en tus oídos, porque después de que el Hijo (idea) es concebido, el hombre con sus falsos valores (razón) intentará explicar el cómo y el porqué de la expresión del Hijo, y al hacerlo lo desgarrará en pedazos.

Después que los hombres han acordado que cierta cosa es humanamente imposible y, por lo tanto, no se puede hacer, deja que alguien logre eso que es imposible; entonces los sabios que dijeron que no se podía hacer comenzarán a decirte por qué y cómo sucedió. Una vez que hayan terminado de rasgar la túnica sin costura (la causa de la manifestación), estarán tan lejos de la verdad como lo estuvieron cuando proclamaron que era imposible. Mientras el hombre busque la causa de la expresión en lugares que no sean dentro de quien expresa, busca en vano.

Durante miles de años, se le ha dicho al hombre, “Yo Soy la resurrección y la vida”. “Ninguna manifestación viene a mí salvo que yo la llame”, pero el hombre no lo cree. Él prefiere creer en causas fuera de sí mismo. En el momento en que lo que lo invisible se vuelve visible, el hombre está listo para explicar la causa y el propósito de su aparición. Así, el Hijo del hombre (la idea que desea manifestación) constantemente está siendo destruido con las manos (la explicación razonable o sabiduría) del hombre.

Ahora que tu conciencia se te revela como la causa de toda expresión, no vuelvas a la oscuridad de Egipto con sus muchos dioses. Sólo hay un Dios. El único Dios es tu conciencia. “Y todos los habitantes de la tierra son considerados como nada, más el actúa conforme a su voluntad en el ejército del cielo, y entre los habitantes de la tierra; y nadie puede detener su mano, ni decirle: ¿qué has hecho?” [Daniel 4:35]. Si el mundo entero estuviera de acuerdo en que una determinada cosa no podría realizarse y, sin embargo, tu te haces consciente de ser aquello que dijeron no podría realizarse, tú lo manifestarías. Tu conciencia nunca pide permiso para expresar aquello de lo que eres consciente de ser. Lo hace, naturalmente y sin esfuerzo, a pesar de la sabiduría del hombre y de toda oposición.  

“No saluden a nadie por el camino”. Esto no es un mandato para ser insolente o antipático, sino un recordatorio de no reconocer a un superior, de no ver en nadie como una barrera para tu manifestación. Nadie puede detener tu mano o cuestionar tu capacidad de expresar aquello de lo que eres consciente de ser. No juzgues por las apariencias de una cosa, “porque todas son como nada a los ojos de Dios”. Cuando los discípulos – mediante su juicio de apariencias –  vieron al niño poseído, ellos pensaron que era un problema más difícil de resolver que otros que habían visto; y entonces no lograron curarlo. Al juzgar por las apariencias, olvidaron que todo es posible para Dios. Hipnotizados como estaban por la realidad de las apariencias, no podían sentir la naturalidad de la cordura.

La única manera que puedes evitar estos fracasos, es constantemente tener en mente que tu conciencia es el Todopoderoso, la presencia omnisciente; sin ayuda, esta anónima presencia dentro de ti, sin esfuerzo manifiesta aquello de lo que eres consciente de ser. Sé completamente indiferente a la evidencia de los sentidos, para que puedas sentir la naturalidad de tu deseo, y tu deseo se realizará. Vuélvete de las apariencias y siente la naturalidad de esa percepción perfecta dentro de ti, una cualidad de la que nunca debes desconfiar o dudar. Su comprensión nunca te guiará por mal camino. Tu deseo es la solución de tu problema. A medida que se realiza el deseo, el problema se disuelve.

No puedes forzar nada externamente por el poderoso esfuerzo de la voluntad. Solo hay una manera en que puedes ordenar las cosas que deseas y eso es asumiendo la conciencia de las cosas deseadas. Hay una gran diferencia entre sentir una cosa y simplemente conocerla intelectualmente. Debes aceptar sin reservas el hecho de que al poseer (sentir) una cosa en la conciencia, tú has ordenado la realidad que hace que surjan en forma concreta. Debes estar absolutamente convencido de la inquebrantable conexión entre la realidad invisible y su manifestación visible. Tu aceptación interna debe convertirse en una convicción intensa e inalterable que trasciende la razón y el intelecto, renunciando por completo a cualquier creencia en la realidad de la externalización, excepto como reflejo de un estado interno de conciencia. Cuando realmente entiendas y creas estas cosas, habrás construido una certeza tan profunda que nada puede sacudirte. Tus deseos son las realidades invisibles que responden solo a las órdenes de Dios. Dios ordena que lo invisible aparezca afirmando él mismo ser aquello que ordena. “Él siendo en forma de Dios, no consideró un robo hacer las obras de Dios”.

Ahora deja que este dicho descienda profundamente en tu oído: Sé consciente de ser aquello que quieres que aparezca.


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