Sanación

La fórmula para la cura de la lepra como se revela en el capítulo catorce del libro de Levítico, es de lo más iluminadora vista a través de los ojos de un místico. Esta fórmula puede ser prescrita como la positiva cura de cualquier enfermedad en el mundo del hombre, ya sea física, mental, financiera, social, moral – lo que sea. 

No importa la naturaleza de la enfermedad o su duración, porque la fórmula puede ser exitosamente aplicada a cualquiera de ellas.

Aquí está la fórmula que fue escrita en el libro de Levítico: “El sacerdote mandará que se tomen dos avecillas vivas y limpias…  y el sacerdote mandará a matar una avecilla… en cuanto a la avecilla viva, la tomará y la mojará en la sangre de la avecilla muerta; y rociará siete veces a quien va a ser purificado de la lepra y lo declarará limpio. Entonces, soltará la avecilla en campo abierto…” [Levítico 14: 4 -7]. 

La aplicación literal de esta historia sería estúpida e infructífera, mientras que, por otro lado, la aplicación psicológica de esta fórmula es sabia y fructífera. 

Un ave es el símbolo de una idea. Cada hombre que tiene un problema o desea expresar otra cosa de lo que ahora está expresando, se podría decir que tiene dos avecillas. Estas dos avecillas o concepciones pueden ser definidas de esta manera: La primera avecilla es tu presente concepto de ti mismo, exteriorizado; es la descripción que darías si se te preguntara cómo te defines a ti mismo – tu condición física, tus ingresos, tus obligaciones, tu nacionalidad, familia, raza, etc. Tu respuesta sincera a estas preguntas estaría basada únicamente en la evidencia de tus sentidos y no sobre ninguno de tus deseos.  Este verdadero concepto de ti mismo (basado completamente en las evidencias de tus sentidos) define la primera avecilla.  

La segunda avecilla, es definida por la respuesta que desearías poder dar a estas preguntas de autodefinición. En pocas palabras, estas dos aves pueden ser definidas como aquello que eres consciente de ser y aquello que desearías ser.  

Otra definición de estas dos aves, podría ser: la primera – tu problema presente, cualquiera sea su naturaleza, y la segunda – la solución a ese problema. Por ejemplo: Si tú estuvieras enfermo, la salud sería la solución. Si estuvieras en deuda, la libertad de deuda sería la solución. Si tuvieras hambre, la comida sería la solución. Como habrás notado, el cómo o la manera en que se realiza la solución, no es considerado. Sólo se consideran, el problema y la solución. 

Cada problema revela su propia solución. Para la enfermedad es la salud; para la pobreza es la riqueza; para la debilidad es fortaleza, para el encarcelamiento es la libertad.

Estos dos estados, entonces, tu problema y su solución, son las dos avecillas que traes al sacerdote. Tú eres el sacerdote que ahora realiza el drama de la curación del hombre leproso – tú y tu problema. Tú eres el sacerdote; y con la fórmula para la cura de la lepra, tú ahora te liberas a ti mismo de tu problema. 

Primero: Toma una de las avecillas (tu problema) y mátala extrayendo su sangre. La sangre es la conciencia del hombre. “Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra” [Hechos 17: 26].

Tu conciencia es la única realidad que anima y hace real aquello de lo que tú eres consciente de ser. Así que quitar tu atención de los problemas es equivalente a extraer la sangre del ave. Tu conciencia es la única sangre que hace de todos los estados realidades vivientes. Al remover tu atención de cualquier estado, tú has drenado la vida de ese estado. Tú matas o eliminas la primera avecilla, (tu problema) al remover tu atención de el. En esta misma sangre (tu conciencia) tú bañas la avecilla viva (la solución), o aquello que hasta ese momento tú deseabas ser o poseer. Esto lo haces liberándote a ti mismo, para ser ahora el estado deseado.

La inmersión de la avecilla viva en la sangre del ave muerta, es similar a la bendición de Jacob dada por su padre ciego Isaac. Como recordarás, Isaac era ciego y no podía ver su mundo materializado, su hijo Esaú. Tú también eres ciego a tu problema – la primera avecilla – porque tú has removido tu atención de el y por lo tanto no lo ves. Tu atención (la sangre) ahora está situada en la segunda ave (estado subjetivo), y tú sientes y percibes la realidad de el.

Se te dice que rocíes siete veces al que debe ser limpiado. Esto significa que tú debes habitar dentro del nuevo concepto de ti mismo hasta que mentalmente entres en el séptimo día (el día de reposo); hasta que la mente esté quieta o fija en la creencia de que tú estás realmente expresando o teniendo aquello que deseas ser o tener. A la séptima rociada se te instruye que dejes libre a la avecilla viva y pronuncies que el hombre ya está limpio.  

A medida que impresionas completamente sobre ti mismo el hecho de que ya eres aquello que deseas ser, tú te has rociado simbólicamente siete veces; entonces eres libre como el ave que fue liberada. Y como el ave en vuelo, que en poco tiempo deberá volver a la tierra, así también tus impresiones subjetivas o declaraciones deberán, en poco tiempo, materializarse en tu mundo.  

Esta historia y todas las otras historias de la biblia, son obras psicológicas dramatizadas dentro de la conciencia del hombre.

Tú eres el alto sacerdote; tú eres el leproso; y tú eres esas aves.

Tu conciencia o Yo Soy es el alto sacerdote; tú, el hombre con el problema, eres el leproso. El problema – tu presente concepto de ti mismo – es la avecilla que es muerta; la solución del problema, lo que deseas ser, es la avecilla viva que es liberada.

Tú recreas este gran drama dentro de ti mismo al sacar tu atención de tu problema y situarla en aquello que deseas expresar.  Tú impresionas sobre ti mismo el hecho de que ya eres aquello que deseas ser hasta que tu mente se aquieta en la creencia de que ya es así.

Vivir en la actitud mental fijada, vivir en la conciencia de que ya eres aquello que anteriormente deseabas ser, es el ave en vuelo, libre de las limitaciones del pasado y moviéndose hacia adelante a la encarnación de tu deseo.

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