Getsemaní

“Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar llamado Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Siéntense aquí, mientras yo voy allá y rezo”. – Mateo 26:36.

Un maravilloso romance místico se cuenta en la historia de Jesús en el Jardín de Getsemaní, pero el hombre no ha podido ver la luz de su simbología y ha interpretado erróneamente esta unión mística como una agonizante experiencia en la que Jesús en vano suplicó a su Padre que cambiara su destino.

Para el místico, Getsemaní es el Jardín de la Creación – el lugar en la conciencia donde el hombre va a realizar sus objetivos definidos. Getsemaní (Gethsemane) es una palabra compuesta que significa expulsar una sustancia aceitosa: Geth, expulsar, y Shemen, una sustancia aceitosa. La historia de Getsemaní, en una dramática simbología, le revela al místico el acto de la creación.  Como como el hombre contiene dentro de sí mismo una sustancia aceitosa que, en el acto de la creación, es expulsada en una semejanza de sí mismo, así también tiene dentro de sí mismo un principio divino (su conciencia) que se condiciona a sí misma como un estado de conciencia y sin ayuda expulsa o se manifiesta a sí misma.

Un jardín es un terreno cultivado, un campo especialmente preparado, donde se siembran y cultivan las semillas que el jardinero elige. Getsemaní es un jardín así, el lugar en la conciencia donde el místico va con sus objetivos claramente definidos. A este jardín se ingresa cuando el hombre quita su atención del mundo que le rodea y la pone en sus objetivos.

Los claros deseos del hombre son semillas que contienen el poder y planes de autoexpresión y, como las semillas dentro del hombre, estas también están enterradas en una sustancia aceitosa (una actitud mental alegre y agradecida). A medida que el hombre contempla ser y poseer aquello que desea ser y poseer, él ha comenzado el proceso de expulsión o el acto espiritual de la creación. Estas semillas son expulsadas y plantadas cuando el hombre se pierde en un exuberante estado de alegría, conscientemente sintiendo y afirmando ser aquello que anteriormente deseaba ser.

Los deseos expresados, o expulsados, hacen que desaparezca ese deseo particular. El hombre no puede poseer una cosa y al mismo tiempo todavía desear poseerla. Entonces, a medida que uno conscientemente se apropia del sentimiento de ser lo deseado, este deseo de ser aquello, desaparece – se realiza.  La actitud mental receptiva, el sentimiento y la recepción de la impresión de ser lo deseado, es el fértil vientre o matriz que recibe la semilla (objetivo definido).

La semilla que sale de un hombre crece en la semejanza del hombre del cual salió. Del mismo modo, la semilla mística, tu consciente afirmación de que eres lo que hasta ahora deseabas ser, crecerá en la semejanza tuya – de quién y para quién es expulsada. Sí, Getsemaní es el cultivado jardín del romance donde los hombres disciplinados van a poner las semillas de la alegría (deseos definidos) desde sí mismos hacia su receptiva actitud mental, allí las cuidarán y nutrirán caminando conscientemente en la alegría de ser todo lo que antes deseaban ser.

Siente con el Gran Jardinero la secreta emoción de saber que las cosas y cualidades que ahora no se ven, serán vistas tan pronto como estas impresiones conscientes crezcan y maduren. Tu conciencia es señor y esposo; el estado consciente en el cual habitas es esposa o amada. Este estado hecho visible es tu hijo dando testimonio de ti, su padre y madre, porque tu mundo visible está hecho a imagen y semejanza del estado de conciencia en el cual vives; tu mundo y su plenitud no son, ni más ni menos, que tu conciencia definida manifestada.

Sabiendo que esto es verdad, asegúrate de elegir bien a la madre de tus hijos – ese estado consciente en el cual vives, tu concepto de ti mismo. El hombre sabio elige a su esposa con gran discreción. Él se da cuenta de que sus hijos deben heredar las cualidades de sus padres y por eso dedica mucho tiempo y cuidado a la selección de su madre. El místico sabe que el estado consciente en el cual vive es la elección que ha hecho de una esposa, la madre de sus hijos, que con el tiempo este estado debe personificarse en su mundo; por lo tanto, él siempre es cuidadoso en su elección y siempre afirma ser como su ideal más elevado. Él conscientemente se define a sí mismo como aquello que desea ser.

Cuando el hombre se da cuenta de que el estado consciente en el que vive es la elección de su pareja que ha hecho, será más cuidadoso con sus estados de ánimo y sentimientos. No se permitirá reaccionar ante las sugestiones de miedo, carencia o cualquier impresión indeseable. Tales sugestiones de carencia, nunca podrían pasar la vigilancia de la disciplinada mente del místico, ya que él sabe que toda afirmación consciente con el tiempo debe expresarse como condición de su mundo – de su entorno.  Por lo tanto, permanece fiel a su amado, su objetivo definido, definiendo, afirmando y sintiéndose a sí mismo ser aquello que desea expresar. Deja que un hombre se pregunte a sí mismo si su objetivo definido sería una cosa de alegría y belleza si se manifestara.  Si su respuesta es afirmativa, entonces él puede saber que su elección de la novia es una princesa de Israel, una hija de Judá, porque cada objetivo definido que expresa alegría cuando se realiza, es una hija de Judá, el rey de alabanza.

Jesús llevó con él a su hora de oración a sus discípulos, o disciplinados atributos de la mente, y les ordenó que vigilaran mientras oraba, de modo que ningún pensamiento o creencia que pudiera negar la realización de su deseo pudiera entrar en su conciencia. Sigue el ejemplo de Jesús, quien, con sus deseos claramente definidos, entró en el Jardín de Getsemaní (el estado de alegría) acompañado por sus discípulos (su mente disciplinada) para perderse en una exuberante alegría de realización. La fijación de su atención en su objetivo fue su mandato a su mente disciplinada, vigilar y permanecer fiel a esa fijación. Al contemplar el gozo que sería suyo al realizar su deseo, él comenzó el acto espiritual de generación, el acto de expulsar la semilla mística -su deseo definido. En esta fijación él se mantuvo, afirmando y sintiendo ser aquello que él (antes de entrar en Getsemaní) deseaba ser, hasta que todo su ser (conciencia) fue bañada en un aceitoso sudor (alegría) parecido a la sangre (vida), en resumen, hasta que toda su conciencia estaba impregnada de la alegría viva y sostenida de ser su objetivo definido.

Cuando se logra esta fijación, el místico sabe por su sentimiento de alegría que ha pasado desde su anterior estado consciente a su conciencia presente, y entonces se alcanza la pascua o crucifixión. Esta crucifixión o fijación de este nuevo reclamo consciente, es seguido por el Sabbath, tiempo de reposo. Siempre hay un intervalo de tiempo entre la impresión y su expresión, entre el reclamo consciente y su realización. Este intervalo se llama Sabbath, el período de descanso o no-esfuerzo (el día del entierro).

Caminar inmovible en la conciencia de ser o poseer cierto estado es guardar el Sabbath. La historia de la crucifixión expresa bellamente esta quietud mística o descanso. Se nos dice que después de que Jesús clamó – “¡Consumado está!”-  él fue colocado en una tumba. Allí permaneció durante todo el Sabbath. Cuando te apropias del nuevo estado o conciencia, entonces tú sientes, por esta apropiación; fijo y seguro en el conocimiento de que está terminado, entonces tú también exclamarás: “¡Todo está consumado!” y entrarás en la tumba o en el día de reposo (Sabbath), un intervalo de tiempo en el que caminarás inamovible en la convicción de que tu nueva conciencia debe resucitar (hacerse visible).

La Pascua, el día de la resurrección, cae el primer domingo después de la luna llena, en Aries. La razón mística para esto es simple. Un área definida no se precipitará en forma de lluvia hasta que esta área alcanza el punto de saturación; así que el estado en el que habitas no se expresará hasta que el todo esté impregnado de la conciencia de que es así – que está terminado.

Tu objetivo definido es el estado imaginario, así como el ecuador es la línea imaginaria a través del cual el sol debe pasar para marcar el comienzo de la primavera. Este estado, como la luna, no tiene luz o vida en sí mismo; pero reflejará la luz de la conciencia o el sol. “Yo Soy la luz del mundo – Yo soy la resurrección y la vida.”

Como la Pascua está determinada por la luna llena en Aries, también la resurrección de tu reclamo consciente es determinada por la plena conciencia de tu reclamo, viviendo realmente como esta nueva concepción. La mayoría de los hombres fallan en resucitar sus objetivos porque no logran permanecer fieles a su nuevo estado definido hasta que se alcance esta plenitud. Si el hombre tuviera en cuenta el hecho de que no puede haber Pascua o día de resurrección hasta después de la luna llena, él se daría cuenta de que el estado en el que ha pasado conscientemente se expresará o resucitará solo después de que él ha permanecido dentro del estado de ser su objetivo definido. Hasta que todo su ser se emocione con el sentimiento de ser realmente su reclamo consciente, en vivir conscientemente en este estado de serlo, y solo de esta manera, el hombre resucitará o manifestará su deseo.


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