El Poder de la Imaginación

“Conocerán la verdad, y la verdad les hará libres” (Juan 8: 32)

Las personas declaran que un verdadero juicio debe ser conforme a la realidad externa con la que se relacionan. Esto significa que si yo, estando en prisión, me sugiero a mí mismo que soy libre y consigo creer que soy libre es verdad que yo creo en mi libertad; pero no por ello soy libre porque sería víctima de una ilusión. Pero, por mis propias experiencias, he llegado a creer en tantas cosas extrañas que veo pocas razones para dudar de la verdad de las cosas que están más allá de mi experiencia.

Los antiguos maestros nos advirtieron que no juzgáramos por las apariencias porque, decían, la verdad no tiene por qué ajustarse a la realidad externa con la que se relaciona. Ellos declararon que damos falso testimonio si imaginamos el mal contra otro, que no importa qué tan real parezca ser nuestra creencia -lo mucho que se ajuste a la realidad externa con la que se relaciona- si no hace libre a aquel de quien sostenemos esa creencia, es falsa y, por lo tanto, un juicio falso.

Somos llamados a negar la evidencia de nuestros sentidos e imaginar como verdadero de nuestro prójimo aquello que lo hace libre.  

“Conocerán la verdad y la verdad les hará libres”. Para conocer la verdad de nuestro prójimo debemos asumir que ya es lo que desea ser. Cualquier concepto que tengamos de otro que no se ajuste a su deseo cumplido, no lo hará libre y, por lo tanto, no puede ser la verdad.

En lugar de aprender mi oficio en las escuelas, donde asistir a cursos y seminarios se considera un sustituto de los conocimientos adquiridos por uno mimo, mi formación estuvo dedicada casi exclusivamente al poder de la imaginación. Me sentaba durante horas imaginando ser otro del que mi razón y mis sentidos dictaban, hasta que los estados imaginados eran tan vívidos como la realidad, tan vívidos que los transeúntes se convertían en parte de mi imaginación y actuaban como yo quería que lo hicieran. Por el poder de mi imaginación, mi fantasía guiaba la de ellos y les dictaba su comportamiento y las conversaciones que mantenían mientras yo me identificaba con mi estado imaginado. La imaginación del individuo es el individuo mismo, y el mundo tal como lo ve la imaginación es el mundo real, pero es nuestro deber imaginar todo lo amable y de buen nombre. 

“Dios no ve como el hombre ve, pues el hombre mira la apariencia exterior, pero el Señor mira el corazón” (1 Samuel 16: 7)

“Como el hombre piensa en su corazón, así es él” (Proverbios 23: 7)

En meditación, cuando el cerebro se ilumina, encuentro mi imaginación dotada con poder magnético para atraer hacia mí todo lo que deseo. El deseo es el poder que la imaginación utiliza para modelar la vida en torno a mí, como yo la modelo en mi interior. Primero deseo ver a cierta persona o una escena determinada, y luego miro como si estuviera viendo aquello que quiero ver, y el estado imaginado se vuelve objetivamente real. Deseo escuchar, y entonces escucho como si estuviera oyendo, y la voz imaginada habla lo que yo le dicto como si hubiera iniciado el mensaje. Podría darte muchos ejemplos para probar mis argumentos, para probar que estos estados imaginados se convierten en realidades físicas, pero sé que mis ejemplos despertarán una incredulidad natural en todos aquellos que no se han encontrado con algo parecido o que no están inclinados hacia mis argumentos. Aun así, la experiencia me ha convencido de la verdad de esta afirmación,

“Él llama a las cosas que no existen, como si existieran” (Romanos 4:17)

Porque yo, en intensa meditación, he llamado a las cosas que no se veían como si existieran, y lo que no se veía, no solo se hizo visible, sino que finalmente se convirtió en realidades físicas.

Por este método, primero deseando y luego imaginando que estamos experimentando aquello que deseamos experimentar, podemos moldear el futuro en armonía con nuestro deseo. Pero sigamos el consejo del profeta y pensemos solo en aquello que es amable y de buen nombre, porque la imaginación nos espera indiferentemente y con tanta rapidez cuando nuestra naturaleza es mala como cuando es buena. De nosotros brota el bien y el mal.

“Yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal” (Deuteronomio 30: 15).

El deseo y la imaginación son la varita mágica de los cuentos y atraen hacia sí sus propias afinidades. Se manifiestan mejor cuando la mente está en un estado próximo al sueño. He escrito con cierto cuidado y detalle el método que utilizo para entrar al mundo dimensionalmente más grande, pero daré una fórmula más para abrir la puerta al mundo más grande.

“En un sueño, en una visión nocturna, cuando un sueño profundo cae sobre los hombres, mientras dormitan en sus lechos, entonces él abre el oído de los hombres y sella su instrucción” (Job 33: 15-16).

En el sueño generalmente somos el sirviente de nuestra visión en lugar de su maestro, pero la fantasía interna del sueño puede transformarse en una realidad externa. En el sueño, como en la meditación, nos desplazamos de este mundo a un mundo dimensionalmente más grande, y sé que las formas en el sueño no son imágenes planas de dos dimensiones, como creen los psicólogos modernos. Son realidades sustanciales del mundo dimensionalmente más grande, y yo puedo sujetarlas. He descubierto que, si me sorprendo soñando, puedo sujetarme de cualquier forma inanimada o inmóvil del sueño (una silla, una mesa, una escalera, un árbol) y ordenarme despertar. Al dar la orden de despertar, mientras me sostengo firmemente al objeto del sueño, soy empujado a través de mí mismo con la clara sensación de estar despertando de un sueño. Me despierto en otra esfera sosteniendo el objeto de mi sueño, para descubrir que ya no soy más el sirviente de mi visión, sino que soy su amo, porque estoy completamente consciente y en control de los movimientos de mi atención.

Es en este estado completamente consciente cuando controlamos la dirección del pensamiento, que llamamos a las cosas que no se ven como si se vieran. En este estado llamamos a las cosas deseando y asumiendo el sentimiento del deseo cumplido. A diferencia del mundo de tres dimensiones, donde hay un intervalo entre nuestra asunción y su cumplimiento, en el mundo dimensionalmente más grande hay una realización inmediata de nuestra asunción. La realidad externa refleja instantáneamente nuestra asunción. Aquí no hay necesidad de esperar cuatro meses hasta la cosecha. Vemos otra vez como si hubiéramos visto, y he aquí, los campos ya están blancos para la cosecha.

En este mundo dimensionalmente más grande: “no necesitan pelear; estén quietos y vean la salvación del Señor con ustedes” (2 Crónicas 20: 17). Y como ese mundo más grande está pasando lentamente a través de nuestro mundo tridimensional, mediante el poder de la imaginación, podemos moldear nuestro mundo en armonía con nuestro deseo. Mira como si hubieras visto; escucha como si hubieras escuchado; extiende tu mano imaginaria como si hubieras tocado… y tus asunciones se convertirán en hechos.

Para aquellos que creen que un verdadero juicio debe amoldarse a la realidad externa con la que se relaciona, esto será necedad y piedra de tropiezo. Pero yo predico y practico la fijación en la conciencia aquello que el individuo desea manifestar.  

La experiencia me convence de que las actitudes mentales fijas que no se ajustan a la realidad externa con la que se relacionan y que, por tanto, son llamadas imaginarias —“cosas que no son”—,  serán las que van a “deshacer lo que es” (1 Corintios 1:28).

No quiero escribir un libro de prodigios, sino volver la mente de las personas hacia la única realidad que los antiguos maestros adoraban como Dios.  Todo lo que se dijo de Dios en realidad se dijo de la conciencia del ser humano, por lo que podemos decir “según está escrito, el que se gloríe, que se gloríe en su propia conciencia”. 

Nadie necesita ayuda para ser dirigido en la aplicación de esta ley de la conciencia. “Yo Soy” es la autodefinición de lo absoluto. La raíz de la cual surge todo. “Yo soy la vid”

¿Cuál es tu respuesta a la eterna pregunta: “Quién soy yo”?  Tu respuesta determina el papel que representas en el drama del mundo. Tu respuesta, es decir, tu concepto de ti mismo, no tiene por qué ajustarse a la realidad externa con la que se relaciona. Esta gran verdad es revelada en la declaración: “Que el débil diga, yo soy fuerte” (Joel 3:10).

Mira hacia atrás todas las buenas resoluciones que se han acumulado en muchos años nuevos pasados. Vivieron por un tiempo y luego murieron. ¿Por qué? Porque fueron cortadas de su raíz. Asume que ya eres aquello que deseas ser. Experimenta en la imaginación aquello que experimentarías en la carne si ya fueras aquello que deseas ser. Permanece fiel a tu asunción, para que te definas como aquello que has asumido. Las cosas no tienen vida si son cortadas de sus raíces, y nuestra conciencia, nuestro “Yo Soy”, es la raíz de todo lo que brota en nuestro mundo.

“Si no creen que Yo Soy él, morirán en sus pecados” (Juan 8: 24)

Eso significa que si yo no creo que ya soy lo que deseo ser, entonces permanezco como soy y muero en mi actual concepto de mí mismo. No hay poder, fuera de la conciencia del individuo para resucitar y dar vida a aquello que él desea experimentar. Aquel que, por virtud del poder de su imaginación, está acostumbrado a llamar a voluntad cualquier imagen que desee, será el amo de su destino.

“Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque muera, vivirá” (Juan 11:25).

“Conocerán la verdad, y la verdad les hará libres” (Juan 8: 32).

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