Yo Soy


“Todas las cosas, cuando son admitidas, son manifestadas por la luz: porque todo lo manifestado está hecho por la luz”.  (Efesios 5:13)

La “luz” es la conciencia. La Conciencia es una, manifestándose en legiones de formas o niveles de conciencia.  

No hay nadie que no sea todo lo que existe, porque la conciencia, aunque expresada en una infinita serie de niveles, no es divisional. No hay separación real o división en la conciencia. Yo Soy no puede ser dividido. Yo puedo considerarme rico, pobre, un mendigo o un ladrón, pero el centro de mi ser permanece siendo el mismo, independiente del concepto que mantengo de mí mismo. En el centro de la manifestación hay un solo Yo Soy manifestándose en legiones de formas o conceptos de sí mismo, y “Yo soy el que Soy”.   

Yo Soy es la autodefinición del absoluto, la fundación en la cual todo descansa. Yo Soy es la primera causa-sustancia. Yo Soy es la autodefinición de Dios.

“Yo Soy me ha enviado a ustedes”. (Éxodo 3:14)

“Yo Soy el que Soy”. (Éxodo 3:14)

“Quédate quieto y sabrás que Yo Soy Dios”. (Salmos 46:10)

Yo Soy es un sentimiento de conciencia permanente. El centro mismo de la conciencia es el sentimiento de Yo Soy. Yo puedo olvidar quien soy, dónde estoy, qué soy, pero no puedo olvidar que Yo Soy. La conciencia de ser permanece, sin importar el grado de olvido de quién, dónde y qué soy.  Yo Soy es aquello que, en medio de innumerables formas, es siempre el mismo.   

Este gran descubrimiento de causa revela que, bueno o malo, el individuo es realmente el árbitro de su propio destino y que el concepto que él tenga de sí mismo determina el mundo en el que él vive (y su concepto de sí mismo son sus reacciones hacia la vida). En otras palabras, si tú estás experimentando problemas de salud, sabiendo la verdad de la causa, no puedes atribuir la enfermedad a ninguna otra cosa más que a tu particular arreglo de la causa-sustancia básica, un arreglo que fue producido por tus reacciones a la vida y es definido por tu concepto “Yo estoy enfermo”. Es por esto que se te ha dicho “Deja que el hombre débil diga “Yo soy fuerte” (Joel 3:10) ya que, por su asunción, la causa-sustancia – Yo Soy- es reorganizada y, por lo tanto, debe manifestar aquello que la reorganización afirma. Este principio gobierna todos los aspectos de tu vida, ya sea social, financiero, intelectual o espiritual.

 Yo Soy es esa realidad a la cual, pase lo que pase, debemos volvernos para una explicación del fenómeno de la vida. Es el concepto del Yo Soy el que determina la forma y escenario de tu existencia.

Todo depende de tu actitud hacia ti mismo; aquello que no afirmes como verdadero de ti mismo no puede ser despertado en tu mundo.

Tu concepto de ti mismo, tal como “Yo Soy fuerte”, “Yo Soy seguro”, “Yo Soy amado”, determina el mundo en el que tú vives. En otras palabras, cuando tú dices “Yo Soy un hombre, Yo Soy padre, Yo Soy americano”, no estás definiendo distintos Yo Soy; estás definiendo conceptos o arreglos de la única causa-sustancia – el único Yo Soy.  Aun en el fenómeno de la naturaleza, si el árbol pudiera hablar diría “Yo soy un árbol, un árbol de manzanas, un árbol fructífero”.  

Cuando sabes que la conciencia es la única realidad, concibiéndose a sí misma como siendo algo bueno, malo o indiferente y convirtiéndose en aquello que concibe ser, tú eres libre de la tiranía de las causas secundarias, libre de la creencia que hay causas fuera de tu propia mente que pueden afectar tu vida.

En el estado de conciencia del individuo es donde se encuentra la explicación del fenómeno de la vida. Si el concepto sobre sí mismo fuera diferente, todo en su mundo sería diferente. Su concepto de sí mismo siendo lo que es, entonces, todo en su mundo debe ser como es. Por lo tanto, es muy claro que hay un solo Yo Soy y que tú eres ese Yo Soy.   

Y aunque Yo Soy es infinito, tú, por tu concepto de ti mismo, estás exponiendo solo un aspecto limitado de tu infinito Yo Soy. 

“Construyan ustedes mansiones más estables. 

¡Oh, mi alma! 

Mientras las ligeras estaciones circulan,

Abandona tu pasado de techo bajo,

Permite que cada templo nuevo, más noble que el anterior,

 Te cierre desde cielo con una

doma más grande

Hasta que tú finalmente seas libre,

Dejando así tu pequeña cáscara,

Ya trascendida por el incansable mar de la vida”.

 

(Oliver Wendell Holmes – “The Chambered Nautilus”)

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