El Principio de la Verdad

“Ustedes conocerán la verdad, y la verdad los hará libres”. – Juan 8:32

La verdad que libera al hombre es el conocimiento de que su conciencia es la resurrección y la vida, que su conciencia resucita y hacer vivir todo lo que él es consciente de ser. Aparte de la conciencia no hay resurrección ni vida.

Cuando el hombre abandona su creencia de un Dios separado de él mismo y comienza a reconocer a Dios como su conciencia de ser, tal como lo hicieron Jesús y los profetas, el transformará su mundo con la comprensión, “Yo y mi Padre somos uno, pero mi Padre es más grande que yo” Él sabrá que su conciencia es Dios y que aquello que él es consciente de ser, es el hijo dando testimonio de Dios, el Padre.

El que concibe y la concepción son uno, pero quien concibe es más grande que su concepción. Antes de Abraham fue Yo Soy. Sí, yo era consciente de ser antes de hacerme consciente de ser un hombre, y en ese día cuando deje de ser consciente de ser hombre, aun seré consciente de ser.

La conciencia de ser no depende de ser algo. Precede a todas las concepciones de sí mismo y seguirá cuando todas ellas cesen.  “Yo Soy el principio y el fin”. Es decir, todas las cosas o concepciones de mí mismo, comienzan y terminan en mí, pero ‘Yo’ la conciencia sin forma, permanece para siempre.

Jesús descubrió esta gloriosa verdad y declaró ser él mismo uno con Dios, no el Dios que el hombre había formado, porque él nunca reconoció a un Dios así. Jesús reconoció a Dios como su conciencia de ser y así le dijo al hombre que el Reino de Dios y el Cielo estaban dentro.

Cuando se registra que Jesús dejó el mundo y fue a su Padre, simplemente está diciendo que volvió su atención desde el mundo de los sentidos y se elevó en conciencia a ese nivel que él deseaba expresar. Allí permaneció hasta que se volvió uno con la conciencia a la que él ascendió. Cuando regresó al mundo del hombre, él pudo actuar con la positiva seguridad de aquello que él era consciente de ser, un estado de conciencia que nadie más que él mismo sentía o sabía que poseía.

El hombre que ignora esta eterna ley de expresión, considera tales acontecimientos como milagros. Elevarse en la conciencia al nivel de lo deseado y permanecer allí hasta que ese nivel se vuelva tu naturaleza, es el camino de todos los aparentes milagros.

“Y yo, si soy levantado de la tierra atraeré a todos a mí mismo”. [Juan 12:32]

Si yo soy elevado en conciencia a la naturalidad de lo deseado, atraeré la manifestación de ese deseo para mí.

“Ningún hombre viene a mí, salvo que el Padre lo traiga, y Yo y mi Padre somos uno”. Mi conciencia es el Padre que trae la manifestación de la vida hacia mí. La naturaleza de la manifestación es determinada por el estado de conciencia en el que habito. Siempre estoy atrayendo a mi mundo aquello de lo cual soy consciente de ser.

Si no estás satisfecho con tu actual expresión de vida, entonces debes nacer de nuevo. El renacimiento es la caída de ese nivel del cual estás insatisfecho y elevarte a ese nivel de conciencia que deseas expresar y poseer. Tú no puedes servir al mismo tiempo a dos maestros o estados de conciencia opuestos. Sacando tu atención de un estado y colocándola en el otro, tú mueres a aquel estado del cual la sacaste y vives y expresas aquel al cual te has unido.

El hombre no puede ver cómo es posible expresar lo que él desea ser, simplemente por una ley de adquirir la conciencia de lo deseado. La razón de esta falta de fe por parte del hombre, es que él mira el estado deseado a través de la conciencia de sus actuales limitaciones. Por lo tanto, naturalmente él lo ve como imposible de lograr. Una de las primeras cosas que el hombre debe darse cuenta es que, al tratar con la ley espiritual de la conciencia, es imposible poner vino nuevo en botellas viejas o parches nuevos en prendas viejas. Es decir, no puedes llevar ninguna parte de la conciencia presente al nuevo estado. Porque el estado buscado está completo en sí mismo y no necesita parches. Cada nivel de conciencia automáticamente se expresa a sí mismo.

Elevarse al nivel de cualquier estado es automáticamente convertirse en la expresión de ese estado. Pero, para elevarse al nivel que tú no estás expresando ahora, debes abandonar completamente la conciencia con la cual ahora estás identificado. Mientras tu actual conciencia no caiga, no podrás elevarte a otro nivel.

No te desanimes. Este ‘dejar ir’ tu identidad actual no es tan difícil como podría parecer. La invitación de las escrituras: “Estar ausente del cuerpo y estar presente con el Señor” no se les da a unos pocos elegidos, es un llamado general a toda la humanidad. El cuerpo del cual se te invita escapar es tu presente concepto de ti mismo con todas sus limitaciones, mientras que el Señor con quien debes estar presente es tu conciencia de ser. Para lograr esta hazaña aparentemente imposible, debes desviar tu atención de tu problema y ponerla solo en ser. Di en silencio, pero con sentimiento, “Yo Soy”. No condiciones esta conciencia sino continúa declarando silenciosamente, “Yo Soy- Yo Soy”. Simplemente siente que eres sin rostro, sin forma y continúa haciéndolo hasta que te sientas flotando.  “Flotar” es un estado psicológico que niega completamente lo físico. A través de la práctica de la relajación y voluntariamente negarse a reaccionar a las impresiones sensoriales, es posible desarrollar un estado de conciencia de receptividad pura. Es sorprendentemente fácil de lograr. En este estado de completo desapego un pensamiento de un único propósito definido puede ser grabado de forma indeleble en tu inmodificada conciencia. Este estado de conciencia es necesario para la verdadera meditación.

Esta maravillosa experiencia de elevarse y flotar es la señal de que estás ausente del cuerpo o problema y ahora estás presente con el Señor; en este estado expandido tú no eres consciente de ser nada sino Yo Soy- Yo Soy; sólo eres consciente de ser.  

Cuando se alcanza esta expansión de conciencia, dentro de este profundo ‘tú’ sin forma, dale forma al nuevo concepto, reclamando y sintiéndote a ti mismo ser lo que tú – antes de entrar en este estado-  deseabas ser. Te darás cuenta que dentro de este profundo ‘tú’ sin forma, todo parece divinamente posible. Cualquier cosa que sinceramente sientas que eres, mientras estas en este estado, con el tiempo se convierte en tu expresión natural.

Y Dios dijo: “Que haya un firmamento en medio de las aguas” Sí, que haya firmeza o convicción en medio de esta conciencia expandida sabiendo y sintiendo Yo Soy eso, lo deseado.

Mientras reclamas y sientes que eres lo que deseas estás cristalizando esta luz líquida sin forma que tú eres, en la imagen y semejanza de aquello que eres consciente de ser.

Ahora que la ley de tu ser ha sido revelada para ti, comienza este día a cambiar tu mundo revaluándote a ti mismo. Demasiado tiempo el hombre se aferró a la creencia de que él nació del dolor y debe trabajar su salvación por el sudor de su frente. Dios es impersonal y no hace distinción de personas.

Mientras el hombre continúe caminando en esta creencia de tristeza, seguirá caminando en un mundo de dolor y confusión, porque el mundo es, en cada detalle, la conciencia del hombre cristalizada.

En el Libro de Números está registrado: “También vimos allí gigantes y éramos nosotros, a nuestro parecer, como saltamontes; y así les parecíamos a ellos”. Hoy es el día, el eterno ahora, cuando las condiciones en el mundo han alcanzado la apariencia de gigantes. El desempleo, los ejércitos del enemigo, la competencia comercial, etc., son los gigantes que hacen te sientes como un indefenso saltamontes. Se nos dice que fuimos primero, para nuestra propia vista, indefensos saltamontes y debido a este concepto de nosotros mismos, éramos para el enemigo indefensos saltamontes. Podemos ser para otros, sólo lo que somos para nosotros mismos. Por lo tanto, a medida que nos revaluamos y comenzamos a sentirnos a nosotros mismos como el gigante, un centro de poder, cambiamos automáticamente nuestra relación con los gigantes, reduciendo estos monstruos a su verdadero sitio, haciendo que ellos parezcan los indefensos saltamontes.

Pablo dijo acerca de este principio, “Es para los gentiles (o los llamados sabios del mundo) necedad; y para los judíos (o aquellos que buscan señales) piedra de tropiezo”; con el resultado de que el hombre continúa caminando en la oscuridad en lugar de despertar a la comprensión: “Yo Soy la luz del mundo.”

El hombre ha adorado durante tanto tiempo las imágenes de su propia creación, que al principio encuentra esta revelación como blasfema, pero el día que el hombre descubre y acepta este principio como la base de su vida, ese día el hombre mata su creencia en un Dios aparte de él.  La historia de la traición de Jesús en el Jardín de Getsemaní, es la ilustración perfecta del descubrimiento de este principio por parte del hombre. Se nos dice que, las multitudes armadas con palos y antorchas buscaban a Jesús en lo obscuro de la noche. Cuando preguntaron por el paradero de Jesús (salvación), la voz respondió: “Yo Soy”, con lo cual toda la multitud cayó al suelo. Al recuperar la compostura, nuevamente pidieron que se mostrará el escondite del salvador y de nuevo el Salvador dijo: “Te he dicho que Yo Soy, por lo tanto, si me buscas, deja ir todo lo demás”.

El hombre en la oscuridad de la ignorancia humana comienza su búsqueda de Dios, ayudado por la luz parpadeante de la sabiduría humana. Cuando se le revela al hombre que su Yo Soy o conciencia de ser es su salvador, el impacto es tan grande que mentalmente cae al suelo, cada creencia que alguna vez ha entretenido cae al darse cuenta de que su conciencia es el único salvador.

El conocimiento de que su Yo Soy es Dios, obliga al hombre dejar ir a todos los demás, porque le resulta imposible servir a dos dioses. El hombre no puede aceptar a su conciencia de ser como Dios y al mismo tiempo creer en otra deidad.

Con este descubrimiento, el oído humano o la audición (comprensión) es cortada por la espada de la fe (Pedro) como su perfecta disciplinada audición (comprensión) es restaurada por (Jesús) el conocimiento de que Yo Soy es el Señor y Salvador.

Antes de que el hombre pueda transformar su mundo, él primero debe establecer esta base o entendimiento. Yo Soy el Señor.

El hombre debe saber que su conciencia de ser es Dios. Mientras esto no esté firmemente establecido, de modo que no haya ninguna sugerencia o argumento de otros que puedan sacudirlo, él se encontrará a si mismo regresando a la esclavitud de su creencia anterior. “Si no crees que Yo Soy, morirás en tus pecados “. A menos que el hombre descubra que su conciencia es la causa de cada expresión de su vida, él continuará buscando la causa de su confusión en el mundo de los efectos, y así morirá en su infructuosa búsqueda.

“Yo Soy la vid y ustedes son las ramas”. La conciencia es la vid y aquello de lo que eres consciente de ser son como ramas que alimentas y mantienes vivas. Así como una rama no tiene vida, a menos que esté enraizada en la vid, del mismo modo las cosas no tienen vida a menos que seas consciente de ellas. Tal como una rama se marchita y muere si la savia de la vid deja de fluir hacia ella, así las cosas y las cualidades desaparecen si quitas tu atención de ellas; porque tu atención es la savia de la vida que sostiene la expresión de tu vida.


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