Circuncisión

“También en el ustedes fueron circuncidados con una circuncisión no hecha por manos, al quitar el cuerpo de la carne mediante la circuncisión de Cristo”.  [Colosenses 2: 11]

La circuncisión es la operación que remueve el velo que oculta la cabeza de la creación. El acto físico no tiene nada que ver con el acto espiritual. El mundo entero podría ser circuncidado físicamente y, sin embargo, seguir siendo impuros y ciegos líderes de los ciegos. Los circuncidados espiritualmente han removido el velo de la oscuridad y saben que ellos mismos son Cristo, la luz del mundo.

Déjame ahora realizar la operación espiritual sobre ti, el lector. Este acto se realiza el octavo día después del nacimiento, no porque este día tenga algún significado especial o se diferencie de otros días, sino que se realiza en este octavo día porque ocho es el número que no tiene principio ni fin. Además, los antiguos simbolizaban el octavo número o letra como un cerco o velo dentro y detrás del cual yacía enterrado el misterio de la creación. Por lo tanto, el secreto de la operación en el octavo día está en consonancia con la naturaleza del acto, que es revelar la cabeza eterna de la creación, ese algo inmutable en el que todas las cosas tienen su principio y su fin y que aún permanece siendo su ser eterno cuando todas las cosas dejan de ser. Este misterioso algo es tu conciencia de ser.

 En este momento tú eres consciente de ser, pero también eres consciente de ser alguien. Este alguien es el velo que oculta el ser que realmente eres. Primero tú eres consciente de ser, luego eres consciente de ser hombre. Después de que el velo del hombre es puesto sobre tu ser sin rostro, te vuelves consciente de ser miembro de cierta raza, nación, familia, credo, etc. El velo que se levanta en la circuncisión espiritual es el velo del hombre. Pero antes de que esto pueda hacerse, debes cortar las adhesiones de raza, nación, familia y así sucesivamente.  “En Cristo no hay ni griego ni judío, esclavo ni libre, masculino ni femenino”. “Debes dejar padre, madre, hermano y seguirme”. Para lograr esto, debes dejar de identificarte con estas divisiones volviéndote indiferente a tales afirmaciones. La indiferencia es el cuchillo que corta. El sentimiento es el lazo que ata. Cuando puedes ver al hombre como una gran fraternidad, sin distinción de raza o credo, entonces sabrás que has cortado estas ataduras. Con estos lazos cortados, todo lo que ahora te separa de tu verdadero ser es tu creencia de que eres hombre.

Para remover este último velo, abandonas tu concepción de ti mismo como hombre al conocerte como simplemente siendo. En lugar de la conciencia de “Yo Soy hombre”, deja que haya solo “Yo Soy”, sin rostro, sin forma y sin figura. Tú estás espiritualmente circuncidado cuando dejas caer la conciencia del hombre y la conciencia de ser no-condicionada te es revelada como la eterna cabeza de la creación, una presencia omnisciente, sin forma, sin rostro. Entonces, sin el velo y despierto, declararás y sabrás que Yo Soy es Dios y, fuera de mí, esta conciencia, no hay Dios.

Este misterio es narrado simbólicamente en la historia bíblica de Jesús lavando los pies de sus discípulos. Se registra que Jesús dejó de lado su vestidura y tomando una toalla se la ciñó. Luego, comenzó a lavar los pies de sus discípulos, y a enjuagarlos con la toalla con la que estaba ceñido. Pedro protestó por lavarle los pies y Jesús le dijo que, a menos que le lavara los pies, no tendría parte con él. Al oír esto, Pedro respondió: “Señor, no sólo mis pies, sino también mis manos y mi cabeza”. Respondió Jesús y dijo: “El que está lavado no necesita sino que lave los pies, más está todo limpio “.

El sentido común le diría al lector que un hombre no está completamente limpio porque sus pies están lavados. Por lo tanto, debería descartar esta historia como fantasiosa o buscar su significado oculto. Cada historia de la Biblia es un drama psicológico que tiene lugar en la conciencia del hombre, y esta no es una excepción. Este lavado de los pies de los discípulos es la historia mística de la circuncisión espiritual o la revelación de los secretos del Señor.

Jesús es llamado el Señor. Te dicen que el nombre del Señor es Yo Soy. “Yo Soy el Señor, ese es mi nombre” [Isaías 42: 8]. La historia señala que Jesús estaba desnudo, salvo por una toalla que cubría sus entrañas o secretos. Jesús o el Señor simbolizan tu conciencia de ser cuyos secretos están ocultos por la toalla (conciencia de hombre). El pie simboliza la comprensión que debe ser lavada de todas las creencias humanas o concepciones de sí mismo por el Señor. Cuando se retira la toalla para secar los pies, los secretos del Señor son revelados. En resumen, al remover la creencia de que eres hombre revela tu conciencia como la cabeza de la creación. El hombre es el prepucio que oculta la cabeza de la creación. Yo Soy el Señor oculto por el velo del hombre.


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